La interpretación de la escritura. La lectura de lo indescifrable

Erik Velásquez García

Aunque el desciframiento de los jeroglíficos mayas y nahuas pudo haber tenido lugar hace cien años, la comprensión sistemática de cómo funcionaban y eran leídos es producto de una serie de revoluciones científicas recientes, cuando se adoptó un método comprobado en el estudio de otros sistemas de escritura.

 

De acuerdo con Roger D. Woodard (2004), toda escritura es un medio gráfico para registrar el habla humana. Así las cosas, el sumerio sería el idioma documentado más temprano de que tenemos noticia, pues sus hablantes fueron los primeros seres humanos en desarrollar un sistema de escritura hacia 3200 a.C., en el sur de Mesopotamia. El hallazgo en Veracruz del Bloque de Cascajal, que fue dado a conocer en 2006, sugiere que los pueblos mesoamericanos contaron con medios de escritura al menos desde 900 a.C., si bien solamente de los sistemas maya y náhuatl tenemos un grado avanzado de comprensión. Durante los últimos dos siglos, los estudiosos de diversas partes del mundo han podido descifrar antiguos sistemas de escritura que fueron usados en el Cercano Oriente y la Cuenca del Mediterráneo. A excepción de la escritura lineal b micénica, el desciframiento siempre fue alcanzado con la ayuda de un biescrito, esto es, un texto redactado en dos sistemas distintos de escritura. Otros requisitos normalmente esgrimidos para descifrar un sistema de escritura son contar con un corpus de textos abundante, así como con una idea certera sobre el idioma que está representado.

 

Conceptos básicos para estudiar sistemas de escritura

 

La experiencia obtenida del desciframiento de los sistemas de escritura del Viejo Mundo muestra que todos funcionaban con al menos dos de las siguientes categorías de signos: a) logogramas, que representan palabras completas o morfemas (la unidad lingüística más pequeña con significado) y tienen valor tanto conceptual como fonético; b) fonogramas, que representan sonidos del habla, ya sea sílabas, consonantes o vocales, y sólo tienen valor fonético; y c) determinativos, que se utilizan para definir el sentido preciso de algunos signos, y tienen valor conceptual pero no fonético; d) diacríticos, que sirven para definir ciertos rasgos prosódicos o de pronunciación, como nuestra diéresis y acentos ortográficos; y e) auxiliares, que ayudan a la mejor comprensión del texto, como nuestros signos de puntuación. Los sistemas maya y náhuatl trabajaban principalmente con logogramas y signos silábicos (silabogramas) abiertos, esto es, de estructura V (vocal) o CV (consonante más vocal), por lo que caen en la categoría de escrituras logosilábicas. Debido a que sus caracteres guardan un alto grado de figuratividad o iconicidad, se les considera escrituras jeroglíficas.

Cabe advertir que los especialistas del siglo XIX usaban el término ideograma para referirse a los logogramas, pero actualmente dicha palabra es evitada entre los especialistas en teoría de la escritura o gramatología (ciencia de las escrituras), en virtud de que conlleva la engañosa creencia de que en los sistemas de escritura pueden existir signos que transmiten ideas sin mediación de las palabras.

 

Velásquez García, Erik, “La interpretación de la escritura. La lectura de lo indescifrable”, Arqueología Mexicana núm. 121, pp. 77-85.

 

Erik Velásquez García. Doctor en historia del arte por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde imparte asignaturas sobre arte prehispánico y epigrafía maya. Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, especialista en arte y escritura jeroglífica maya. Forma parte del equipo de profesores de los Maya Meetings de la Universidad de Texas, en Austin.

 

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