Leonardo López Luján
En el memorable año de 1826, el italiano Claudio Linati publicó en El Iris el que bien pudiera ser el primer artículo sobre arqueología aparecido en nuestro país. Acompañó su breve texto con una de las más antiguas litografías de objetos mesoamericanos de que se tenga memoria.
A tan sólo cuatro años de haberse consumado la Independencia, el recién fundado periódico crítico y literario El Iris incluyó en sus páginas un artículo vagamente intitulado “Antigüedad”. Esto fue en la sección de “Variedades” de su número 3, con fecha del 18 de febrero de 1826. Aunque firmado por el artista y editor Claudio Linati (1790-1832), la mayor parte del texto consiste en la inserción de un comunicado a la redacción escrito por un tal Francisco Vecelli. Una primera lectura del artículo nos deja la sensación de que se trata de una simple curiosidad hemerográfica; pero un análisis detallado de su contenido y del contexto histórico nos transporta a un momento crucial en el desarrollo de la arqueología mexicana. Precisamente, por tratarse de una publicación tan significativa para nuestra disciplina, la transcribimos a continuación de manera íntegra:
Antigüedad.
Un erudito italiano, el célebre arquitecto D. Francisco Vecelli, acaba de remitirnos el comunicado siguiente.
“Cuando Juan de Grivalva en 1518 llegó primero por lo que parece, á las playas mexicanas, en una islita esteril poco separada de la costa, formada por desechos y el choque de las corrientes marinas, encontró los restos humeantes aun, de las víctimas humanas sacrificadas á un culto ecsecrable.— Horrorizado se apartó de ella, dándole el nombre de los Sacrificios. Conquistada despues por un caudillo mas atrevido [Hernán Cortés] la de Ulúa, quedó descuidada la primera, hasta que la rueda de los acontecimientos humanos llamó la atención sobre aquel corto arenal que se fortificó para proteger desde alli el comercio y contrapuntar la actitud hostil del castillo de Ulúa [tomado por los españoles]. Precisamente en este tiempo (6 de marzo de 1825) llegué de Europa á Alvarado con el encargo de ecsaminar la costa desde aquel puesto hasta Mocambo, y de escoger y fijar un punto de anclage para los buques de las compañias de minas, y la rada mas propia para el desembarco de las máquinas, y anduve remando y con la sonda en la mano en Mocambo y Sacrificios.— Me acordé entonces de Grijalva y de los sangrientos misterios. Una plausible curiosidad y el deseo de poder desenterrar algun cráneo de hombre muerto anteriormente al roce de los europeos, me estimuló á desembarcar en la isla de Sacrificios. Quedaron frustradas mis esperanzas: no hallé en los sepulcros que aun quedaban abiertos mas que las cenizas de aquellos indios que ignoraban nuestros vicios: sus huesos ya no ecsistian. Vasos de creta [caliza blanquecina], copas y cabecitas de barro cocido y puntas de flechas de obsidiana, he aquí todo lo que encontré en aquellos sarcófagos compuestos de un fondo de coraloide en que me pareció reconocer algo de cal. Tenian dos varas y media de largo [209 cm], una de ancho [83.6 cm] y tres palmos [60 cm] de profundidad. Al sud-este de la isla vi un horno de cal; sospeché y despues me cercioré de que había sido antiguamente un templo, pero tan desfigurado por su actual destino, que con trabajo pude reconocer los rasgos que indican su construccion original.
López Luján, Leonardo, “La Isla de Sacrificios y la arqueología en los albores del México independiente”, Arqueología Mexicana, núm. 124, pp. 80-87.
• Leonardo López Luján. Doctor en arqueología. Actualmente es residente del Institut d’Études Avancées de Paris.
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