La navegación maya

María Eugenia Romero R.

A la llegada de los conquistadores españoles, el área maya se encontraba dividida políticamente en cacicazgos independientes que participaban en un vigoroso comercio de larga distancia efectuado sustancialmente por vía marítima, gracias al cual, mediante la circunnavegación de la península de Yucatán, se enlazaban sitios del golfo de México con otros del golfo de Honduras.


Pero para que este comercio  pudiera efectuarse por las nítidas pero agitadas aguas del Caribe -es decir, un mar bravo, como lo describen los relatos de los conquistadores- con la eficacia y seguridad que lo convirtieron en un aspecto determinante en los eventos religiosos y político-económicos de las sociedades mayas del Posclásico, se requirió de muchos años de experimentación tanto en el diseño y construcción de embarcaciones como en el difícil arte de navegar, en el cual la pérdida de canoas, cargas y vidas fue seguramente algo común.

Aunque el comercio por vía marítima se realizaba desde fechas tan tempranas como el Preclásico Tardío, periodo en el cual ya estaban habitados y en desarrollo algunos sitios del continente y de las islas adyacentes, no es sino hasta el Posclásico cuando la navegación alcanza un gran de arrollo con la llegada a la costa este de grupos mexicanizados portadores de una cultura marina. Nos referimos a los putunes o itzaes navegantes y mercaderes marinos a quienes Eric Thompson acertadamente llama “los fenicios del Nuevo Mundo”.

Dicho grupo maya chontal procedía del sur de Campeche y del vasto delta de los ríos Usumacinta y Grijalva de Tabasco. Establecidos primeramente en Cozumel y en la cabeza de playa de Polé (hoy Xcaret), avanzan después hacia tierra adentro y conquistan varios sitios, hasta llegar a Chichén Itzá en el año 918 de nuestra era. Un poco antes, en el 850 d. C., otros grupos putunes procedentes de Potonchán establecen una base comercial en el estratégico sitio de Altar de Sacrificios, ubicado justamente en donde se unen el río de la Pasión y el Chixoy para formar el Usumacinta, y desde ahí conquistan Ceibal y llegan hasta Ucanal, casi en la frontera con Honduras y la cuenca del río Belice. Según Eric Thompson, el resto de los pulunes se establece al sur del río de la Pasión y nombra a su tierra Acalán, "tierra del pueblo de las canoas". Por lo tanto, el medio natural de transporte de estos grupos putunes fue a través de l agua, ya fuera por ríos, estuarios y lagunas costeras o mediante un tráfico regular por mar, circunnavegando la península de Yucatán desde la laguna de Término hasta la planicie de Sula en Honduras.

 

Desarrollo de la navegación

Sin embargo, para lograr esto les fue necesario no sólo construir embarcaciones aptas para la navegación marítima, sino también establecer a lo largo del litoral lugares de apoyo al navegante, como son los diferentes tipos de puertos, ya fuera aprovechando las características geográficas de los litorales, como en los casos de las caletas rocosas de los sitios de Xelhá. Xcaret, Chakalal, etc.. las cuales sirvieron como puertos naturales de abrigo, o modificando la geografía de un lugar mediante la construcción de canales navegables para unir cuerpos de agua que originalmente no tenían comunicación, como lo hicieron en el caso del canal que une la laguna de Chunyaxché, frente al sitio de Muyil, con la de Boca Paila.

En zonas aledañas a manglares, utilizaron conchas de caracoles para estabilizar los terrenos y construyeron sacbés-muelles para facilitar el embarque y desembarque, así como también diques o islotes, en gran parte artificiales. que se convirtieron en lugares estratégicos para los navegantes. Según Anthony P. Andrews y otros investigadores, el mejor ejemplo de lo anterior es Isla Cerritos, Yucatán, el propio puerto de los itzaes.

Otro avance técnico de gran importancia fue el diseñare instaurar un sistema de marcaciones, tanto perecederas como permanentes, que de forma similar a como lo hacen los faros modernos auxiliaran a los navegantes para arribar con el menor riesgo a su destino, a lo que hay que añadir un código para interpretar las señales y derroteros.

 

Tipos de canoas

Si se acepta que los frescos de los templos de los Jaguares y de los Guerreros en Chichén Itzá conmemoran la invasión por mar llevada a cabo por los itzaes -como lo postulan Earl H. Morris, Jean Charlot, Ann Axtel Morris, Eric Thompson y Clemency Coggins-, podemos asumir que las embarcaciones ahí representadas corresponden a las utilizadas para la navegación marítima, las cuales se caracterizan por tener la proa y la popa más elevadas que la línea de borda, lo que significa un avance técnico importante en lo que respecta a las embarcaciones del tipo monóxilo (hechas de un solo tronco o leño), puesto que las hace mucho más estables y fáciles de maniobrar.

La innovadora utilización de este tipo de canoas por los itzaes parece entonces confirmarse, ya que las otras representaciones de canoas encontradas hasta la fecha en contexto arqueológico presentan proas y popas planas, proyectadas hacia el frente y a la misma altura que la línea de borda, como las que aparecen en algunas láminas del Códice de Dresde y en cerámicas del Petén, así como las grabadas en hueso de venado provenientes del entierro 116 de Tikal, la repujada en uno de los discos de oro recuperados del Cenote Sagrado de Chichén-Itzá y los modelos provenientes de sitios de Belice, realizados en hueso de manatí, por mencionar las más conocidas. Por sus características estructurales, este tipo de canoa debió de ser utilizada para la navegación fluvial.

Por otra parte, la gran experiencia adquirida a lo largo de años de navegar tanto en el mar como en ríos, lagunas y estuarios, permitió a este grupo el perfeccionamiento de una técnica para navegar según las posibilidades y limitaciones de diferentes ambientes, o hay que olvidar que no sólo se navegó con fines comerciales sino también con fines religiosos, políticos y sociales.

Bernal Díaz del Castillo, al relatar la expedición de Hernán Cortés, comenta lo siguiente: "...venían muchos indios en romería a aquella isla de Cozumel, los cuales eran naturales de los pueblos comarcanos de la punta de Cotoche y de otras partes de tierras de Yucatán; porque, según pareció, había allí en Cozumel ídolos de muy disformes figuras, y estaban en un adoratorio, en que ellos tenían por costumbre en aquella tierra por aquel tiempo sacrificar" (Díaz del Castillo, 1983,p.65).

Por su parte, Gonzalo Fernández de Oviedo nos dice: el "señor
de aquella isla [Cozumel] que se decía Unopate,  [pasó] á la Tierra-Firme con más de quatrocientos indios en canoas, que yba á las bodas de una hermana suya, que se casaba en la tierra de la misma Yucatan" (Fernández de Oviedo. 1853. segunda parte, libro XXXII. cap. II. p. 227).

 

María Eugenia Romero R. Arqueóloga. Investigadora de la Dirección de Investigación y Conservación del Patrimonio Arqueológico, INAH.

 

Romero R., María Eugenia, “La navegación maya”, Arqueología Mexicana núm. 33, pp. 6-15.

 

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