La Pirámide de las Serpientes Emplumadas

Silvia Garza Tarazona

Pocas ciudades del México antiguo han recibido tanta atención como Xochicalco. Merecedora de la primera descripción de un sitio arqueológico hecha en México, esa ciudad fortificada surgida a la caída de Teotihuacan ha sido objeto de numerosas exploraciones arqueológicas de 1791 a la fecha. Una de sus numerosas construcciones, la estructura piramidal conocida hoy en día como la Pirámide de las Serpiente Emplumadas,
ha sido considerada, debido a su indudable importancia cultural y a sus valores arquitectónicos y estéticos, como el hallazgo más importante que dio a conocer Xochicalco al mundo contemporáneo.

 

El primero en mencionar la existencia de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas - como un edificio al que denominó Xochicalco y situó en los territorios de Quauhnáhuac (Cuernavaca), fue fray Bernardino de Sahagún. Posteriormente, José Antonio Alzate y Ramírez hizo la primera descripción que se conoce de Xochicalco y de su maravillosa pirámide.

Los visionarios conceptos de Alzate sobre el valor del mundo prehispánico impresionaron a estudiosos y viajeros, nacionales y extranjeros, e hicieron que se interesaran en conocer este sitio y que surgieran nuevas descripciones, tanto de la pirámide como de la zona arqueológica. Entre ellos destacan Peñafiel y Seler, quienes, gracias a los fieles y minuciosos dibujos que hicieron de la pirámide y sus relieves, incrementaron la curiosidad y el interés por Xochicalco, aunque los trabajos arqueológicos propiamente dichos se iniciaron en 1909, con Leopoldo Batres, el pionero de la arqueología mexicana.

Su nombramiento como Inspector de Monumentos Arqueológicos (1884) -después de haber realizado estudios de antropología y arqueología en París,- lo obligó a viajar por todo el país para visitar diversas zonas arqueológicas, entre ellas Xochicalco, e informar sobre sus condiciones y características.

Batres realizó la primera intervención en la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, la cual consolidó en 1909. Su trabajo resulta muy encomiable, a pesar de haber sido criticado, porque lo hizo en condiciones poco favorables y apremiado por las circunstancias: primero, porque tuvo que desplegar grandes esfuerzos para transportar a lomo de mula, a lo largo de 12 kilómetros de un camino abrupto y sinuoso, no sólo el agua sino también los materiales de construcción y los bastimentos de cada día, así como su propia y enorme humanidad, y, segundo, porque su compromiso era terminar la consolidación del monumento para que fuese inaugurado en 1910, año en que se conmemoraría el centenario de la Independencia. Una de las críticas hechas a Batres fue la reutilización de piedras labradas en la construcción de la escalera; sin embargo, resulta entendible que, al no encontrar las piedras originales derrumbadas junto a la escalera hubiese optado por usar como escalones algunos de los bloques labrados de la propia pirámide. En algunos casos, Batres respetó los grabados de los bloques, haciendo que quedaran hacia el interior, pero en otros mutiló los granados y en ese caso, la crítica es válida.

Durante casi tres décadas, Xochicalco quedó en el olvido, pero, en los años cuarenta, Eduardo Noguera reanudó las exploraciones de la zona arqueológica. Este gran arqueólogo (1896-1989) se incorporó al Departamento de Monumentos Arqueológicos del hoy INAH,  después de realizar estudios en Bélgica, Francia y la Universidad de Harvard. Noguera ha sido uno de los arqueólogos más prolijos de la arqueología mexicana; sus exploraciones arqueológicas en todo el país lo llevaron a establecer las secuencias cerámicas para toda Mesoamérica, mismas que son el instrumento fundamental para definir las relaciones de contactos e intercambios entre los numerosos grupos humanos del México prehispánico. Noguera supo rodearse de alumnos para realizar sus exploraciones, circunstancia que aprovechó para motivarlos y encausarlos a fin de que continuaran sus propias labores. Entre los alumnos que acompañaron a Noguera a trabajar en Xochicalco y que más tarde destacaron por sus investigaciones se encuentran José Luís Lorenzo, Pedro Armillas, William Sanders, Florencia Müller y César Sáenz, si bien, dado que era maestro de arqueología en nuestra alma mater, la ENAH, muchos tuvimos la suerte de ser sus alumnos.

Las intervenciones de Noguera en Xochicalco se advierten en diversas construcciones entre ellas: el Juego de Pelota Sur y el Palacio-, además de su participación en las excavaciones de la Cámara de las Ofrendas. En 1941, al percatarse de que el piso de la plaza continuaba por debajo de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas, dedico parte de su tiempo a desmontar la parte central de la escalinata para buscar la subestructura,  es decir, la construcción que antecedió a la que se conoce actualmente, y su correspondencia con el piso, pero al no encontrarla volvió a colocar la escalera en su lugar.

Veinte años más tarde, César A. Sáenz (1916-), arqueólogo egresado de la ENAH y alumno de Noguera, reanudó las exploraciones en Xochicalco después de trabajar en varios sitios del Área Maya. Sáenz enfocó sus trabajos en la Plaza de la Estela de los 2 Glifos y en los edificios C y D, el Altar Central, la mitad de la escalera de la Gran Pirámide y la Pirámide de las Estelas, así como en innumerables calas en distintos edificios. Siguiendo los pasos de Noguera, Sáenz retomó la idea de buscar la subestructura en el interior de la Pirámide de las Serpientes Emplumadas y perforó en la parte superior un pozo de más de 6 metros de profundidad que lo llevó a descubrir de manera parcial las subestructuras; sin embargo, debido al tipo de exploración que realizó, no pudo percatarse de sus características arquitectónicas. Así, gracias a la arqueología de Xochicalco, que osciló entre el interés y el olvido, se empeñó a conocer su extensión, sus relaciones y su secuencia cronológica en el valle, tarea en la que también participaron arqueólogos como Litvak y Hirth.

 

Silvia Garza Tarazona. Arqueóloga. Investigadora del Centro INAH Morelos.

Norberto González Crespo. Arqueólogo. Director de la Dirección de Investigación y Conservación del Patrimonio Arqueológico, INAH.

 

Garza Tarazona, Silvia, Norberto González Crespo, “La Pirámide de las Serpientes Emplumadas”, Arqueología Mexicana 30, pp. 22-25.

 

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