Es una estatuilla que la tradición dice que trajo a Mesoamérica Juan Rodríguez de Villafuerte –un soldado de Hernán Cortés– y que la colocó en algún sitio del Templo Mayor de los mexicas. Se afirma que cuando los españoles salieron huyendo, durante la llamada Noche Triste, de Tenochtitlan por la calzada de Tlacopan –que conectaba con la tierra firme de las estribaciones de las Sierra de las Cruces– la imagen fue ocultada por algún miembro del maltrecho ejército español en algún punto del pueblo de Totoltepec, muy cercano al lugar donde después se construiría la Basílica de la Virgen de los Remedios. En ese lugar la encontraría en 1540 Juan Ceteutli, gobernante de Totoltepec, quien dio aviso a los frailes franciscanos de la Iglesia de Tacuba de que, luego de que se le había aparecido varias veces, le indicó el sitio exacto en donde yacía su representación y en vía de mientras la llevó a su casa, donde le ofrecía comida y bebida, ni más ni menos que como haría cualquier mesoamericano biennacido.
Los indios del lugar y los vecinos visitaban a la virgen para también llevarle ofrendas. Los franciscanos no creyeron a Ceteutli e incluso lo reprendieron. Éste continuó trabajando en la construcción del Templo de San Gabriel en Tacuba, donde sufrió un accidente muy grave, luego del cual los franciscanos le dieron los auxilios espirituales para los moribundos y lo enviaron a su pueblo a bien morir. En ésas estaba cuando en una visión se le apareció la Virgen de los Remedios, le dio una cinta y le ordenó que se la ciñera; al momento de hacerlo don Juan Ceteutli, se recuperó.
En algunas representaciones icónicas que relatan cuando don Juan Ceteutli encontró a la estatuilla de la Virgen de los Remedios, se le representa entre las pencas de maguey y a don Juan con el cabello largo que cae por el frente y una tonsura, lo que indica su estatus como cristiano nuevo. En la Colonia, después del maíz, los magueyes fueron el cultivo más importante en la Nueva España, lo que no es raro, pues de esta planta los indios obtenían varios productos para su vida diaria, además del pulque, que en tiempos prehispánicos era la bebida ritual por excelencia y no estaba permitido su consumo más que a los viejos, como premio a una vida dedicada a la consolidación y desarrollo de la sociedad mexica. Los magueyes se sembraban alrededor de los campos de cultivo porque ayudan a mantener la fertilidad de la tierra, detienen la erosión y el arrastre de suelo cultivable si hay demasiada lluvia, y si no llueve resisten la sequía y pueden sobrevivir si se les riega a mano y con muy poca agua.
La Virgen de los Remedios y su basílica están en un área que en tiempos prehispánicos formaba parte de un circuito ritual en el que se hacían peticiones de lluvia si ésta era escasa, o se calmara si era muy intensa. De cierta manera la tradición de petición de lluvia se conservó en la época novohispana, pues la Virgen de los Remedios era trasladada a la catedral de la ciudad de México cuando hubo grandes sequías y hambrunas durante el siglo XVII. Además, se solicitaba su intervención en momentos muy difíciles, como cuando la flota de la Carrera de Indias, los buques de comercio entre Nueva España y España, estuvieron en peligro en dos ocasiones o cuando los piratas y corsarios ingleses atacaron el Caribe. Durante las guerra de Independencia la Virgen de los remedios fue patrona de los ejércitos realistas.
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Vela, Enrique (editor), “La Virgen de los Remedios”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 57, pp. 78-79.