Como bien afirmaba el maestro Constantino Reyes-Valerio, quizá la conquista espiritual del México antiguo fue aún más perturbadora que la militar, porque significó la total destrucción y aniquilamiento de un complejo sistema de pensamiento que, por centurias, había normado la vida social, moral y religiosa del indígena, para imponer uno completamente ajeno y nuevo. A pesar del esfuerzo y esmero de los religiosos por inculcar y propagar la nueva fe cristiana, en la mente del indígena no sólo se preservaron ciertos resabios de antiguas creencias, sino que incluso se fusionaron con los nuevos conceptos religiosos. Para construir templos y conventos a lo largo y ancho del territorio recién conquistado, los frailes recurrieron a las habilidades de alarifes y artesanos indígenas. Por ello no resulta extraño que tanto en la arquitectura como en la escultura y la pintura del siglo XVI se vislumbren de pronto algunos conceptos indígenas. De hecho, hay en esas obras una peculiar manera de expresión e interpretación temática y, en no pocas ocasiones, se incluyeron en ciertas composiciones, de manera sutil, elementos, símbolos e iconos de la época prehispánica.
En cuanto a la presencia formal de símbolos, elementos o reminiscencias de la cultura maya en la arquitectura religiosa y otras artes del periodo novohispano, es evidente una gran ausencia de ellos, quizá porque los cultos paganos se siguieron practicando regularmente y los ídolos, iconos y demás parafernalia se ocultaba en las selvas y cavernas; no se requería entonces plasmarlos en las nuevas obras.
Tomado de Luis Alberto Martos López. “Elementos mayas en la arquitectura y el culto del siglo XVI”, Arqueología Mexicana, núm. 88, pp. 51-56.