La historia de la conquista y colonización de América está poblada de geografías imaginarias, lugares y seres fantásticos construidos a partir de tradiciones populares europeas, o bien a partir de la mala interpretación de las cosmologías autóctonas y las noticias rendidas por informantes indígenas. Entre esos lugares destaca las Siete Ciudades de Cíbola, provincia que supuestamente abarcaba centros urbanos de refinada civilización y abundante riqueza en piedras y metales preciosos, y que, entre 1539 y los últimos años del siglo XVI, fue objeto de una búsqueda más o menos exhaustiva en lo que hoyes el suroeste de los Estados Unidos de América.
En la cartografía de la época, el conjunto de ciudades fue representado frecuentemente mediante grandes palacios y en la documentación se hizo referencia a él simplemente como las Siete Ciudades. En la realidad geográfica, ese espacio mítico corresponde a los asentamientos de los indios zuñi. De acuerdo con Adolph F. Bandelier y según lo indica la arqueología contemporánea, .para 1539, cuando el fraile franciscano Marcos de Niza encabezó por orden del virrey Antonio de Mendoza la primera exploración en la zona, los zuñi habitaban siete poblados relativamente grandes en el extremo occidental del actual esta do de Nuevo México y sostenían una amplia red de intercambios comerciales con otros grupos indígenas al sur, este y oeste de su territorio. Es probable que las primeras noticias recopiladas por los españoles acerca de la existencia de ciudades maravillosas en el enigmático septentrión, después de conquistar el Centro de México, provinieran de conquistar el Centro de México, provinieran de sociedades que participaban en dicha red comercial. Ésta involucraba, entre otros, productos suntuarios, como la turquesa, que llegaban hasta el corazón del antiguo imperio mexica. Es preciso recordar que la medida de la riqueza siempre es relativa, pues depende de lo que tiene y conoce aquel que la juzga.
El nombre mismo de Cíbola, cuyo registro documental más temprano aparece en la relación que Marcos de Niza escribió para reportar sus hallazgos al virrey, es, aparentemente, una deformación del término shiwina (o ashiwi) con el que los zuñi se designaban a sí mismos y que el franciscano, según lo indica en su relación, escuchó por primera vez de bocas indígenas en el paraje que llamó Vacapa, en el actual estado de Sonora.
Cíbola, por lo tanto, no existió como tal en el horizonte imaginario de los conquistadores antes de 1539. Sin embargo, por una coincidencia numerológica, los estudiosos modernos suelen relacionarla con una leyenda de origen medieval europeo, según la cual siete obispos de Portugal se embarcaron en el año de 734 con un número indeterminado de fieles para escapar a la invasión mora de la península ibérica. Tras una larga navegación, fundaron siete ciudades en una isla distante y desconocida, que algunos mapas tempranos identifican con la desaparecida Antilla de la mitología griega.
En el siglo XV y aun en la primera década del XVI muchos europeos -Cristóbal Colón incluido- intentaron localizar esta isla, de manera que los españoles, según esta interpretación, al no encontrar cristianos ni grandes ciudades en el Caribe supusieron que se encontraban más allá, en las tierras aun inexploradas del nuevo continente y llegaron a pensar, cuando Niza rindió sus informes sobre las Siete Ciudades de Cíbola , que se trataba de las fundaciones de los obispos.
Danna Alexandra Levin Rojo, “Las Siete Ciudades de Cíbola”, Arqueología Mexicana, núm. 67, pp. 50-55
Danna Alexandra Levin Rojo. Historiadora por la UNAM, maestra y doctora en antropología social por la Universidad de Londres, Inglaterra. Profesora e investigadora en la UAM-Azcapotzalco. Estudia las relaciones interétnicas en el Nuevo México contemporáneo.
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