La plasticidad es una cualidad humana cuyo principio es esencial para las inferencias bioarqueológicas. La forma en que el cuerpo (el esqueleto) cambia está relacionada con el modo y calidad de vida; así, los huesos tienen el potencial de ser alterados mediante la acción humana, aun cuando este hecho no sea intencional. Algunas transformaciones pueden ser temporales pero otras pueden alterar de manera permanente el tejido óseo. La noción de plasticidad permite relacionar al ser vivo con el muerto y provee del marco para relacionar la experiencia humana con el comportamiento y el desarrollo del cuerpo (Sofaer, 2006).
Se pueden analizar los cambios estructurales y funcionales, así como la capacidad de transformación (remodelación) del cuerpo o esqueleto. El hombre posee la capacidad de modificaciones ontogenéticas, dinámicas, irreversibles, que no son heredadas y que empiezan en el útero. Por ejemplo, en los nonatos influye el ambiente materno, es decir, su situación socioeconómica, actividad ocupacional y sus circunstancias de salud, ligadas a calidad y cantidad de la alimentación; por ejemplo, el consumo excesivo de alcohol ejerce influencia en las experiencias y cambios en el cuerpo el feto. Además, la plasticidad ósea (renovación y remodelado del tejido) es una característica humana normal, aunque las vivencias e interacciones de cada persona varían, y por lo tanto el resultado en su registro será diferente. De esta manera, los huesos poseen la característica de poder ser transformados por influencia del acontecer humano y así reflejar su trayectoria (Sofaer, 2006).
Imagen: Izquierda: La actividad física ejercida durante la existencia es una característica que puede dejar su huella en el esqueleto. Un indicador de ello son los cambios óseos degenerativos, como la osteoartritis (a) y cambios en la morfología del talón o cálcaneo (b). Derecha: Cúbitos rebanados con violencia. Cholula, Puebla. En los huesos y los dientes quedan huellas de diferentes eventos. Se pueden analizar el significado de la variabilidad y las diferencias en el crecimiento y el desarrollo infantil e incluso la presencia de violencia.
Josefina Mansilla Lory. Doctora en antropología física por la UNAM. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH en donde coordina los proyectos “Estudio de las agresiones ambientales (estrés) en poblaciones desaparecidas de México” y “Las momias de México”. Especialista en estudios sobre poblaciones desaparecidas.
María Elena Salas Cuesta. Maestra en ciencias antropológicas, con especialidad en antropología física. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH, en donde coordina el proyecto “Rasgos no-métricos o discontinuos en cráneos prehispánicos y coloniales (parentesco)”.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Mansilla Lory, Josefina, María Elena Salas Cuesta, “Experiencias de vida en vestigios humanos. Parte 1”, Arqueología Mexicana, núm. 88, pp. 22-29.
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