Los placeres del paladar. Los caminos de las mercaderías entre los mayas prehispánicos

Amalia Attolini Lecón

En vista de la gran diversidad de artículos comerciales en toda la región maya, es muy probable que hubiera un circuito mercantil alrededor de la península de Yucatán, el cual se sustentaba en el intercambio interno de cada región, entre puntos cruciales, llamados santuarios-mercados, para la rápida circulación de productos. Y era gracias a la compacta y profusa red de arterias navegables y vías terrestres que se lograba esta interrelación.

 

“Que no encuentren obstáculos ni detrás ni delante de ellos, ni cosa
que los golpee. Concédeles buenos caminos, hermosos caminos planos”.

Popol Vuh

 

En el afán de allegarse los suministros indispensables para su supervivencia y su deleite, el hombre realiza actividades de diversa índole. Entre éstas, el intercambio de productos guarda un lugar de primera línea. Las transacciones van desde un sencillo trueque hasta alcanzar niveles comerciales complejos. En su caso, el intercambio entre los mayas prehispánicos tejió una compleja red de caminos para el abastecimiento de alimentos y otros bienes necesarios para la vida cotidiana y el mantenimiento de la sociedad en su conjunto. La red articulaba varios sistemas de producción y extracción de diferentes materias primas, productos y bienes manufacturados. Las formas en que se centralizaban y distribuían estos bienes antes de llegar a su destino final se pueden disponer en tres dimensiones: el intercambio local, el intercambio interregional y el comercio a larga distancia.

 

Los niveles del comercio

 

El primer nivel correspondía a un intercambio entre comunidades. Era un intercambio local, doméstico, simple e igualitario, realizado por medio del trueque, una actividad no regulada cuyo principal valor derivaba de su utilidad al hacer frente a las exigencias de la vida diaria. Respondía al principio de reciprocidad y era frecuente entre los caseríos y las familias por medio del trato personal. Nos encontramos con un intercambio preponderantemente basado en objetos de subsistencia suministrados por la agricultura, la caza, la pesca y la recolección. 

El segundo nivel equivale a la institucionalización y regulación de las relaciones del intercambio, a la introducción de productos especializados y de artesanías procedentes de regiones ecológicamente heterogéneas. Este tráfico se daba en ciertos espacios y fechas convenidos, frecuentemente asociados a fiestas religiosas, en santuarios donde llegaban los feligreses en peregrinación desde todos los ámbitos de la zona maya. En estos lugares, que denominamos santuarios-mercados, una vez concentrados los bienes, se repartían mediante el mecanismo de redistribución llevado a cabo por los comerciantes, quienes obtenían una ganancia al hacerlo de manera selectiva.

En las fuentes históricas se mencionan los santuarios-mercados localizados en sitios cruciales, sobre todo en las costas o cerca de ellas, debido a la importancia que adquirió el comercio marítimo a finales del Posclásico. El grupo que aparece, posiblemente, como promotor de esta empresa era el de los llamados putunes de habla chontal con asiento en la región de Acalan, cerca de la Laguna de Términos.

 

Attolini Lecón, Amalia, “Los placeres del paladar. Los caminos de las mercaderías entre los mayas prehispánicos”, Arqueología Mexicana núm. 122, pp. 48-53.

 

 Amalia Attolini Lecón. Licenciada en arqueología por la ENAH, maestra en ciencias antropológicas por la UNAM y pasante del doctorado en antropología por la UNAM. Investigadora de la Dirección de Etnohistoria del INAH.

 

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