Los viajes de F. Catherwood y J.L. Stephens, 1839-1841. Visión del mundo maya, ayer y hoy
En memoria de John y Dolores Plunket
Las últimas décadas de gobierno borbón en la Nueva España estuvieron marcadas por los inicios formales de la exploración de las ruinas prehispánicas, en buena medida debido al gusto que tenían los soberanos Carlos III y Carlos IV por las antigüedades, ya fueran éstas las de Pompeya y Herculano en su Reino de Nápoles, o las de sus colonias americanas.
Así, vemos la creación de expediciones como la de Antonio del Río a Palenque en 1787, y las tres de Guillermo Dupaix en que registró antigüedades mexicanas entre 1805 y 1808. A la vez, otros europeos, como Alexander von Humboldt en su tránsito por el Nuevo Mundo entre 1799 y 1804, consignarían tanto datos arqueológicos como de la naturaleza y de la política contemporánea.
En los tumultuosos tiempos tras su independencia, México y los países centroamericanos atrajeron a extranjeros a los que para éstos eran territorios incógnitos, misteriosos y exóticos. Esos aventureros formaban parte del nuevo movimiento romántico que tuvo su auge durante la primera mitad del siglo XIX y que acentuaba la nostalgia por un pasado olvidado, el afán por el orientalismo y las culturas aborígenes, y el apego a las ideologías nacionalistas.
Inspirados por la obra de Humboldt, personajes como el inglés William Bullock, los franceses Jean-Henri Baradere, Joseph Marius Alexis Aubin y Jean Frederic Waldeck, y el irlandés Juan Galindo, inspeccionaron y documentaron sitios y artefactos prehispánicos de México, Honduras y Guatemala.
Pero serían los libros del abogado estadounidense John Lloyd Stephens y el arquitecto-dibujante inglés Frederick Catherwood sobre sus viajes a México y Centroamérica los que revelarían los vestigios prehispánicos a la imaginación del público en su intento de establecer, en palabras de Catherwood, “el origen de los habitantes del continente americano, y las fuentes de las que se derivó su antigua civilización”.
El portafolio completo de 25 litografías de Catherwood que aquí se reproduce fue presentado originalmente en una magnífica publicación privada por Cartón y Papel de México en 1978. Catherwood acompañó a Stephens en dos travesías (1839-1840 y 1841) por las ruinas arqueológicas de Centroamérica y México, y los relatos de sus odiseas tuvieron un gran éxito.
Después de la segunda, los artefactos que Stephens había recolectado y enviado a Nueva York –incluyendo un dintel labrado de Uxmal y otro de Kabah (lám. XVI)– fueron puestos en exhibición, pero a los pocos días todo fue destruido en un incendio, lo que dejó a las ilustraciones de Catherwood como el único testigo visual de los viajes.
Más tarde, el par ideó una elegante publicación con 120 láminas y con comentarios de Alexander von Humboldt, así como de William Prescott, autor del aclamado libro La conquista de México (1843). Pero al resultar incosteable ese proyecto, en su lugar Catherwood decidió encargar 25 de los 120 grabados originales a los litógrafos ingleses más destacados para producir 300 juegos de manera privada (1844). El artista mismo coloreó cinco de éstos, los cuales fueron luego presentados por el príncipe Alberto, consorte de la reina Victoria de la Gran Bretaña, al propio Humboldt, entre otras personalidades.
Imagen: Vista de Kabah, Yucatán. Lámina XVI de Catherwood. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces.
Patricia Plunket Nagoda. Doctora en arqueología por la Tulane University. Catedrática, investigadora y jefa del Departamento de Antropología de la Universidad de las Américas en Cholula, Puebla. Ha publicado sobre el ritual doméstico, desastres naturales y procesos de abandono.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Plunket Nagoda, Patricia, “Presentación”, Arqueología Mexicana, Edición especial, núm. 106, pp. 8-12.