Los mexicas migrantes que registran las fuentes históricas terminaron encontrando, en un islote entre Colhuacan y la propia Azcapotzalco, un lugar donde establecerse y prosperar, siempre como súbditos de Tezozómoc de Azcapotzalco. Su concurso fue útil a los tepanecas en su campaña de penetración poblacional, agrícola y militar en el área lacustre.
Si bien los mexicas tuvieron unos orígenes muy humildes como dependientes de Azcapotzalco, sus servicios fueron con el tiempo recompensados, permitiéndoseles, primero a Tlatelolco y luego a Tenochtitlan, no sólo establecer su población en el territorio que sería conocido como México, sino constituirse en tlatocáyotl y dotarse de un soberano. De acuerdo con el modelo de dominio hegemónico que hemos mencionado, Tlatelolco obtuvo la merced de recibir a Cuacuapitzáhuac, hijo del señor de Azcapotzalco, como primer tlatoani y fundador de la dinastía local. Tenochtitlan, en cambio, no tuvo en principio tanta suerte: tras varias tentativas infructuosas se le permitió entronizar a Acamapichtli, procedente de Colhuacan, pero sin conexión directa con la dinastía tepaneca, de modo que su posición en la jerarquía interna del imperio era inferior a la de los tlatelolcas. Esta situación se paliaría en parte cuando Huitzilíhuitl, hijo y sucesor de Acamapichtli, obtuvo una hija de Tezozómoc en matrimonio: de aquella unión nacería Chimalpopoca, que encarnaba a un tiempo la legitimidad local y el aval imperial de Azcapotzalco, como nieto de Tezozómoc. Tanto Tlatelolco como Tenochtitlan contaban ahora con señores integrados en la red dinástica tepaneca, y, como allegados al emperador, se beneficiaban en mayor proporción de las victorias y el tributo generado por el imperio.
Es esta situación, de máxima expansión tepaneca y de desarrollo subsidiario de sus altépetl subordinados, cobeneficiarios de la expansión imperial, la que dejó el emperador azcapotzalca a su muerte, aproximadamente en 1426. Sería sucedido por su hijo Maxtla, hasta entonces señor de Coyoacan.
Sin embargo, el rápido crecimiento de los dominios de Azcapotzalco no había sido acompañado de reformas estructurales que hicieran más estable y eficaz la organización imperial. El proceso de sucesión en Azcapotzalco, además, añadió posiblemente un factor más de inestabilidad, como es típico de las monarquías.
Tomado de Carlos Santamarina, “La rebelión de 1428 de Tenochtitlan contra Azcapotzalco”, Arqueología Mexicana núm. 111, pp. 26-31.
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