Mitla, pueblo de almas

Elisa Ramírez

Este libro de Elsie Parsons (Mitla. Town of Souls, Univcrsidad de Chicago) fue publicado por primera vez en 1938 y es uno de los estudios clásicos de la antropología en México. Parsons, acompañada de Eligio- amigo, traductor e informante-, relata en estos fragmentos (pp. 306-310) sus visitas a varios divinadores que leen maíz, costumbre prehispánica que perdura en algunas comunidades de México.

 

Divinación con maíz en Mitla

En general, el método para echar el maíz, tirar maíz o conar consiste en separar algunos granos de una mazorca y echarlos sobre un petate, para adivinar a partir de las figuras o diseños que forman los granos; o bien, cuando los granos tienen alguna de las caras ennegrecida, se adivina de las caras blancas o negras que muestran. Hay algunas variaciones menores dentro de este esquema: José Hernández, de Matatlán, desgrana cuatro maíces blancos y les tizna una de las caras, con hollín que toma de la olla, recogiéndolo en un totomostle. Avienta los granos sobre el sarape extendido. Lo repite cuatro veces para responder a mi pregunta:

-¿Volveré a casarme?

-Sí -respondió el maíz-, y será un buen matrimonio.

-¿Cómo indica eso el maíz?

-Porque la mayoría de los granos muestra el lado oscuro.

Convenzo a Eligio de que haga una pregunta: quiere saber si tiene enemigos.

-Ninguno -responden los granos, nuevamente negros.

El viejo José tiró seis veces los granos. Cuando llegamos a buscarlo, José no estaba en su casa, estaba en otro lado, preparando el temascal para curar a una paciente con dolor de oídos; allí escuchó chisporrotear el fuego.

-Señal de visita -dijo José en el momento en que su esposa llegó a avisarle que lo buscábamos.

Dice que el fuego da señales. que le tiene tanta fe como al maíz.

 

José Martínez, de San Miguel, es menos convincente. Explica constantemente a su esposa el significado de lo que ve, como para inspirarnos confianza. Arranca 14 granos de una mazorca amarilla; usa carbón para oscurecer una cara, más bien una muesca de los granos. Pone los granos en un petate, con el lado oscuro hacia arriba y hace sobre ellos la señal de la cruz diciendo: “En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo". Luego, volteando hacia su altar, se santigua. Toma en su mano izquierda los maíces, les sopla, murmura una oración: alcanzo a oír que menciona a La Trinidad, San Pedro de Mirla. San Antonio. Pasa los granos a la otra mano. los sacude y los avienta.

-Sí, mis hijos están bien -aparece claramente tras varias tiradas.

En San Baltasar, Rosa Hernández desgrana 22 granos de una mazorca que resultó doble al deshojada. para su gran satisfacción. Me hace tomar la mitad de los granos con la mano derecha y la otra mitad con la mano izquierda. Hace la señal de la cruz sobre cada una de mis manos. Luego me indica que debo soltarlos sobre un pequeño traste hondo que pone sobre su altar. Hace un signo de la cruz en la orilla del traste y lo pasa por enfrente de los santos que tiene allí. Se acerca al cuenco y lo pone sobre el petate y allí hace el mismo gesto de abarcar que hizo al santiguarlo: desde el altar, desde el norte, desde el oeste. Cubre el cuenco con otro igual y sacude los granos de arriba abajo tres veces. Destapa el traste y mira con atención los granos. Me vacía los granos en la mano derecha y me indica que debo echarlos sobre el petate.

Creo que el número de granos no importa, excepto en el caso de María García, quien echa la suerte a la manera mixteca.

Pregunto las mismas cosas: ¿Están bien mis hijos? ¿Volveré a casarme? Mi hija la casada. ¿dejará a su marido?

Vuelve a acomodar los granos y a soplarles a cada pregunta. El maíz le responde que mis dos hijos están tristes, pensando en mí. El tercero es egoísta y desobediente. Todos van a abandonar algo importante, debo regresar y arreglar mis asuntos. Tengo un amante al que mis hijos no quieren, no debo casarme pues mi vida familiar sería muy infeliz. Me enojo fácilmente ...Viviré mucho... El esposo de mi hija tiene otros amores y la acusa a ella, no se divorciarán. Su vida es un pleito continuo...

Los granos amarillos de Agustina ya están preparados. Los saca de una cajita de metal. Son como cien. Los agarra con la mano derecha y, con la boca cerrada, les sopla desde la garganta. Empieza por la muñeca y de allí llega hasta la punta de los dedos; luego va de la palma de la mano al dedo pulgar y sopla sobre cada uno de los dedos, en sentido inverso al movimiento del sol. Luego, regresa hacia la muñeca y aquí termina con un soplido más fuerte, de la muñeca hacia el centro de la palma.

Se pasa los granos de una mano a la otra ocho veces más o menos, ahuecándolas, rezando. Con los granos en la mano derecha reza y sopla nuevamente. Mueve la mano hacia adelante y hacia atrás y los avienta sobre el petate. Estudia su posición, reza y nos dice "lo que le habla el maíz''.

 

Elisa Ramírez. Socióloga, poeta, escritora para niños y traductora. Colaboradora permanente de esta revista.

 

Ramírez, Elisa, “Mitla, pueblo de almas”, Arqueología Mexicana núm. 69, pp. 16-17.

 

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