Orejeras

Enrique Vela

El portar orejeras es uno de los rasgos distintivos de las elites del área mesoamericana. Se trata de una práctica que se remonta al Preclásico Temprano y llega hasta el momento de la conquista. Para poder llevar orejeras era necesario perforar el lóbulo de la oreja, tal como sucede con la preparación actual para portar aretes, aunque debido a las dimensiones bastante mayores que alcanzaban esos ornamentos en la época prehispánica el ensanchamiento del orificio debió ser progresivo.

Entre los mexicas, la horadación de las orejas se hacía durante la infancia y conllevaba un trasfondo ritual; según fray Bernardino de Sahagún esto ocurría durante una de las dos fiestas movibles que se realizaban cada cuatro y ocho años: “En la que se hacía de cuatro en cuatro años horadaban las orejas a los niños o niñas y hacíanlos las cerimonias de ‘crezca para bien’ ” (Sahagún, 2000, p. 175).

Era tan generalizado el uso de orejeras en Mesoamérica que no es aventurado suponer que incluso este marco ritual y el significado último de portarlas fueron similares en las distintas épocas y regiones. A grandes rasgos pueden señalarse dos tipos básicos de orejeras: las que sencillamente se insertaban en el lóbulo (si bien de ellas podían pender adornos) y las que estaban formadas por la orejera propiamente dicha atravesada por un tubo del que con frecuencia colgaban elaborados remates; las del gobernante palencano Pakal son un excelente ejemplo de estas últimas. Normalmente, la parte de la orejera que se insertaba presenta una especie de canal en el que encaja el lóbulo, aunque existen algunas con forma de gancho.

 

Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.

 

Vela, Enrique, “Orejeras”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 37, pp. 68-75.