Premio Internacional “Hugo Gutiérrez Vega”

Eduardo Matos Moctezuma

Palabras mencionadas el 7 de diciembre de 2021 en el Patio Barroco de la Universidad Autónoma de Querétaro.

Hoy recibo con enorme beneplácito el Premio Internacional “Hugo Gutiérrez Vega”. Dos son las razones que me motivan para estar de plácemes por este reconocimiento: la primera de ellas, es por la universidad que lo otorga: la Autónoma de Querétaro, establecida como colegio jesuita en el siglo XVII y a mediados del siglo XX como Universidad Autónoma de Querétaro. Desde entonces es formadora de cuadros de especialistas en diversas ramas del saber humano que prestan un servicio invaluable a la sociedad. La segunda razón es por el nombre que ostenta el galardón: el de un gran poeta, diplomático y más que nada buen amigo que dio aportes significativos a las letras mexicanas y cuya presencia tiene proyección internacional: Hugo Gutiérrez Vega.

No soy ajeno a esta universidad. En ella he dictado varias conferencias que atendieron a mi quehacer como arqueólogo al hablar acerca del Templo Mayor mexica; sobre la historia de la arqueología y sobre la presencia femenina en el panteón de las diosas mesoamericanas. El tema de la muerte también lo traté y siempre conté con un público interesado que con atención y preguntas inteligentes coronaba mi participación. Este patio fue testigo de mis palabras y fue Hugo quien, como rector de esta universidad entre los años de 1966 y 1967, supo incorporarlo para que fuera lugar de enseñanza y joya invaluable del patrimonio universitario. Mi gratitud para quienes hicieron posible mi presencia en la Universidad Autónoma de Querétaro. Más aún, mi agradecimiento para el jurado que tuvo a bien designarme, y a las personas y entidades universitarias como las facultades de Psicología y Filosofía que me propusieron para este Premio Internacional que mucho me honra.

Paso ahora a recordar algunas vivencias de Hugo y sus logros, que fueron muchos. Como parte de su curricula cabe mencionar que fue maestro y rector de la Universidad Autónoma de Querétaro, cargo que ostentó con orgullo y dignidad, como me lo hizo saber en su momento. Fue director de la Casa del Lago, director de la revista de la UNAM y también tuvo a su cargo la Dirección de Difusión de la misma. Los premios y reconocimientos que obtuvo a lo largo de su vida fueron innumerables: el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Iberoamericano de Poesía “Ramón López Velarde”, el Xavier Villaurrutia, el Premio Nacional de Periodismo y el de Ciencias y Artes en la rama de Literatura. Podría continuar mencionando sus reconocimientos, pero los hasta aquí señalados dan una idea cabal del perfil de quién fue Hugo Gutiérrez Vega. Con justa razón, la Universidad Autónoma de Querétaro lo distinguió dándole su nombre a la presea que hoy recibo.

Ahora quiero hacer algunas remembranzas personales y con ellas termino. Conocí a Hugo cuando era agregado cultural en España. Allá fui a dar conferencias y siempre conté con su gesto amable y un humorismo que brotaba a flor de boca. Después ambos fuimos miembros de la Tertulia del Convento, cónclave de amigos, literatos la mayoría, que mes a mes nos reuníamos para charlar y en donde Hugo hacía gala de una memoria envidiable. En alguna ocasión la Tertulia tuvo lugar en Guadalajara, con motivo de la Feria del Libro, y fue allí donde hicimos una exposición de retratos pintados por Carmen Parra y textos escritos por mí que, en breves palabras, pretendían resaltar la personalidad de cada tertuliano. De Hugo escribí lo siguiente:

Un día llegó a las puertas del Templo Mayor Hugo, embajador en Grecia, y dijo:

–Soy Hugo, embajador en Grecia…

Y las puertas permanecieron cerradas.

Otro día llegó a las puertas del Templo Hugo, el poeta, y dijo:

–Soy Hugo, el poeta…

Ese día, las puertas se abrieron solas… (Matos Moctezuma, 2011).

Pero más que el pensamiento que inspiró en mí el amigo y poeta, deseo terminar con el fragmento de un poema suyo que nos dice de su profunda sensibilidad y don de amistad. Lo dedicó a otro gran poeta, muerto en trágico accidente en Italia: José Carlos Becerra. Rezan así sus palabras:

La vida sigue sin ti, hermano, pero ya no es la misma ni lo será ya nunca para los que te amamos.

Nos hemos quedado con lo que nos dijiste. Gracias por tus asombros, por esa diminuta certeza de alegría que a todos repartiste.

Hablaremos de ti como se habla de esos ausentes dones que un día nos da la tierra y que nos quita con su inocente furia al día siguiente.

Imagen: Hugo Gutiérrez Vega. Dibujo: Carmen Parra.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Matos Moctezuma, Eduardo, “Premio Internacional ‘Hugo Gutiérrez Vega’ ”,  Arqueología Mexicana, núm. 173, pp. 90-91.