Restauración de cerámica arqueológica

Laura Suárez Pareyón Aveleyra

Restaurar la cerámica

Con el conocimiento sobre una pieza y las condiciones del sitio en el que se encontró, es posible iniciar su restauración; el orden de los procesos a realizar está determinado por cada problema a resolver, aunque de manera general podrían ser los siguientes:

La microexcavación. Una pieza puede ser recuperada en fragmentos o completa, con tierra en su interior; en este caso, es importante realizar el proceso conocido como microexcavación: retirar la tierra siguiendo un orden determinado, lo que permitirá obtener restos muy variados como huesos, semillas, cuentas, fragmentos de otras piezas y pigmentos, que nos hablan del uso que se le dio. Todos estos materiales pueden ser recuperados por el restaurador, pero su análisis e interpretación recae en especialistas: arqueólogos, antropólogos físicos y arqueobotánicos.

La limpieza. Al realizar la limpieza de la cerámica se van descubriendo texturas; colores y decoración salen a la luz como evidencia de la destreza alcanzada por los artesanos de culturas pasadas, quienes conocían las arcillas y los materiales disponibles en la naturaleza, como la cal y los minerales que se utilizan como pigmentos.

Son impresionantes los brillos conseguidos en superficies pulidas o los contrastes logrados durante la cocción de las piezas decoradas al negativo. Hablar de la limpieza de una superficie pareciera una acción sencilla, todos hemos lavado algo sucio; sin embargo, la restauración de cerámica arqueológica resulta una tarea que requiere de análisis y planeación, pues los restos de “suciedad” pueden ser evidencia del uso que se le dio a un plato, vaso, cajete o incensario; una limpieza descuidada puede eliminar decoraciones frágiles como recubrimientos delgados de cal y policromía aplicada después de la cocción del objeto.

Es común observar al restaurador limpiando con un hisopo la superficie de un tepalcate; la minuciosa labor de retirar delgadas capas de tierra y sales permite descubrir, por ejemplo, la policromía completa de un vaso maya o liberar la decoración esgrafiada con restos de yeso en una olla. Este trabajo requiere de paciencia y de habilidad manual para manejar las herramientas con precisión, además debe tenerse conocimientos de química para elegir las sustancias más adecuadas en la limpieza, lo que permitirá eliminar únicamente la suciedad sin dañar la pieza.

Imagen: Imaginar el proceso de unión de fragmentos de una pieza es como armar un rompecabezas en tercera dimensión. El primer paso es reconocer todos los fragmentos de la pieza, una vez limpios se establece su ubicación y se define el orden a seguir. Secuencia de unión de fragmentos de un incensario con cara del dios murciélago procedente de la zona arqueológica de Río Bec, Campeche. a) Inicio de proceso. b) Mitad del proceso; se ven algunas secciones ya unidas. c) Final del proceso. Fotos: Ezequiel Romero, Mitzy Quinto y Mariana López.

 

Laura Suárez Pareyón Aveleyra. Licenciada en restauración de bienes muebles por la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRYM), INAH. Profesora del Seminario Taller de Restauración de Cerámica en la ENCRYM.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

Suárez Pareyón Aveleyra, Laura, “Restauración de cerámica arqueológica. Uniendo fragmentos para entender el pasado”, Arqueología Mexicana, núm. 108, pp. 38-42.

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