Tenochtitlan y el gobierno de los cuauhtlatoque

María Castañeda de la Paz

El título de cuauhtlatoani  (cuauhtlatoque  en plural) es el que los cronistas indígenas le dieron a tres gobernantes de Tenochtitlan que, de no ser por los desórdenes provocados por la conquista española, nunca hubieran llegado al trono de la ciudad. No cabe duda de que eran renombrados guerreros, uno de ellos, incluso, miembro de la casa real tenochca. Sin embargo, no gozaban de los derechos o de la legitimidad suficiente para convertirse en tlatoque . Me refiero a don Juan Velázquez Tlacotzin, don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin y don Pablo Xochiquentzin, quienes gobernaron a los tenochcas entre 1525 y 1536.

Lo anterior explica que otro noble de esa misma casa real, el cronista Tezozómoc (nieto de Moctezuma Xocoyotzin), los bajara a todos de rango y les diera el título de cuauhtlatoani  (“el que habla como águila”).

Para los españoles, todos eran gobernadores, independientemente de si eran legítimos o no. Antes de ser elegido, don Juan Velázquez Tlacotzin ostentaba el cargo de cihuacóatl , el cual estaba en manos de los miembros de una de las familias más nobles de Tenochtitlan, aunque, como hemos visto, eso no implicaba, necesariamente, que tuviera legítimos derechos al trono. Sea como fuere, Cortés lo nombró gobernador tras matar a Cuauhtémoc durante la expedición de Las Hibueras (Honduras y Guatemala).

Dos factores pudieron influir en su elección. Por un lado, el cargo que previamente ocupaba, pues era la persona que iba detrás del tlatoani  y se encargaba de los asuntos internos de Tenochtitlan. Por el otro, haberse ganado la confianza del conquistador español, ya que fue él, junto con Andrés de Tapia Motelchiuhtzin (próximo gobernador de los tenochcas), el que avisó a Cortés del complot de Cuauhtémoc, según la versión de Bernal Díaz del Castillo.

En su investidura se dice que Cortés le proporcionó vestimenta española, una espada y una daga, además de caballo para que cabalgara. Pero la gloria le duró poco. La desfortuna hizo que nunca llegara a ejercer su cargo en Tenochtitlan porque murió en Nochistlán, en el camino de regreso de Las Hibueras, motivo por el que rara vez se le representa en las fuentes pictográficas. Dadas las circunstancias, se eligió entonces a don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin como siguiente gobernador de los tenochcas.

Don Andrés era originario de San Pablo Teopan, donde tenía su casa. De él se decía que era un simple macehual, aunque  había tenido prestigiosos cargos en el escalafón militar, como el de cuauhnochtli , que como decía fray Bernardino de Sahagún era ostentado por gente valiente, pero de clase baja. Desde luego, don Andrés ya se había hecho notar entre los españoles, pues a decir de su propio hijo (don Hernando de Tapia), tras la caída de Tenochtitlan y Tlatelolco, fue junto a los españoles a las conquistas de Tututepec, Pánuco, Guatemala y Honduras. Ahora bien, la carrera política de Motelchiuhtzin se vio truncada en 1531, cuando siendo gobernador de Tenochtitlan se marchó a las guerras chichimecas, concretamente a las campañas emprendidas por Nuño de Guzmán, donde murió por herida de flecha. El elegido como su sucesor fue don Pablo Xochiquentzin.

Como don Andrés de Tapia Motelchiuhtzin, don Pablo Xochiquentzin también formaba parte del estamento militar y era originario de la parcialidad de San Pablo Teopan. En su caso, fueron las autoridades españolas de la segunda Audiencia quienes lo hicieron gobernador, aunque los motivos de su elección los desconocemos. Lo que es un hecho es que el mismo año de su elección decidió partir con sus ejércitos a una de las campañas que Nuño de Guzmán había emprendido en la Nueva Galicia. Es probable que así lo hiciera para cumplir con uno de los requisitos de los antiguos rituales de entronización: acudir a la guerra para confirmarse en el cargo (el motlatocapaca  o “lavarse como señor”).

Ahora bien, debido a que allí estuvo nada menos que tres largos años, se infiere que debió gozar muy poco de su cargo en la ciudad, pues volvió en 1535 y murió por enfermedad poco después, en 1536. Habían pasado ya más de diez años desde la conquista de Tenochtitlan, pero don Pablo era alguien que seguía aferrado al pasado, pues cuando vio que iba a morir, acudió a la medicina “de Castilla” y al no hacerle ésta efecto, volvió a la medicina tradicional. Hizo entonces llamar al renombrado Martín Océlotl –que luego sería acusado por la Inquisición–, quien para tratar de sanarlo le puso piedras verdes sobre su espalda y abdomen, pronosticando su salvación.

Sin embargo, ya no hubo nada que hacer. Don Pablo Xochiquentzin tuvo un hijo que continuó la carrera política de su progenitor: don Andrés Tlahuizcalpotonqui, quien se convirtió en alguacil en 1566, pero nunca llegó al cargo de gobernador, aunque fue enterrado con todos los honores. Por su parte, el hijo de don Andrés de Tapia, don Hernando de Tapia, se convirtió en nahuatlato de la Audiencia.

 

María Castañeda de la Paz. Doctora en historia por la Universidad de Sevilla, España. Investigadora del IIA de la UNAM. Estudia la historia indígena prehispánica y colonial del Centro de México, y se especializa en la nobleza, la heráldica, la cartografía y los códices históricos indígenas.

 

Castañeda de la Paz, María, “Tenochtitlan y el gobierno de los cuauhtlatoque”, Arqueología Mexicana, núm. 157, pp. 16-17.