Daniel Juárez Cossío
En 1981, Ian Graham dio a conocer uno de los saqueos más devastadores realizados en el sitio de Río Azul, en el Petén guatemalteco. Numerosos edificios fueron parcialmente destruidos en busca de tumbas. En 2008 dio inicio un proyecto de restauración de algunas de las tumbas, en cuyos muros los antiguos mayas reflejaron su visión del mundo.
En abril de 1986, la revista National Geographic dio a conocer los resultados preliminares de las excavaciones realizadas por Richard E.W. Adams en Río Azul, sitio localizado en la cuenca del Bajo Azúcar, al noreste del Petén guatemalteco. Entre otros aspectos relevantes para el conocimiento de la cultura maya, el artículo destacó el descubrimiento de dos cámaras funerarias con los restos de personajes de alto rango, acompañados por un rico ajuar, quienes fueron sepultados alrededor del último tercio del siglo v. Uno de los rasgos que las distingue son los aplanados de estuco pintado que recubren sus muros.
Río Azul fue descubierto en 1962 por Trinidad Pech dentro de los terrenos concesionados a la compañía petrolera Sun Oil de Filadelfia, que exploraba en aquella región. El hallazgo fue notificado a John L. Gatling, quien se desempeñaba como geólogo residente de la empresa, y éste informó a su amigo Adams, que en aquel entonces realizaba excavaciones en Altar de Sacrificios. El descubrimiento del sitio generó expectativas entre diversos investigadores, pues aquella región era escasamente conocida. Se tenía noticia de ella gracias a los recorridos realizados por Karl Ruppert y John Dennison en la década de los treinta del siglo pasado; sus informes revelaron la existencia de importantes asentamientos con inscripciones jeroglíficas, como Balakbal, Uxul, Pared de los Reyes y Oxpemul. Durante décadas, la región se mantuvo en relativo aislamiento e incluso se perdió la ubicación exacta de algunos sitios, ya que las referencias más claras para llegar a ellos eran senderos abiertos por los chicleros. El recorrido realizado por Adams ese mismo año, aunado a la información proporcionada por Gatling, le permitió incorporar al inventario el registro de poco más de 25 asentamientos, los cuales estuvieron habitados durante un amplio periodo entre el Preclásico Tardío y el Clásico Terminal.
Conviene abrir un paréntesis para recordar que desde 1970 Ian Graham realizó para el Museo Peabody, de la Universidad de Harvard, uno de los proyectos más ambiciosos: el Corpus de Inscripciones Jeroglíficas Mayas. Su tarea ha sido equiparada con los registros pioneros de Sylvanus G. Morley cuando publicó en 1920 The Inscriptions of Copán, al que se sumaron, entre 1937 y 1938, los cinco volúmenes de The Inscriptions of Petén, así como el Maya Hierioglyphic Writing de J. Eric S. Thompson en 1950, cuyo propósito era precisamente localizar y documentar monumentos con inscripciones jeroglíficas. Esta labor permitió a Graham, siguiendo antiguos senderos, internarse en los abandonados campamentos chicleros en busca de inscripciones, acompañado sólo por su asistente, un guía y su recua de mulas. Hacia mediados de abril de 1981 se encontraba en el paraje conocido como Dos Lagunas, sobre el camino que conduce a Ixcanrío, pues Bruce Dahlin, arqueólogo del Proyecto Mirador, le comentó sobre los rumores de un posible saqueo en Las Gardenias. Al llegar a esta localidad se percató que se trataba de Río Azul, donde los “huecheros” (de huech o wech, armadillo, mamíferos que suelen hacer sus madrigueras excavando túneles en la tierra; es por ello que a los saqueadores se les denomina con este vocablo) habían abierto más de 140 trincheras y túneles que facilitaron el saqueo de tumbas, muchas de las cuales estaban decoradas con pintura mural. El ilícito fue notificado al Instituto de Antropología e Historia de Guatemala (idaeh), que rápidamente designó custodios armados para proteger el sitio. Ese mismo año Adams inició un programa de investigación.
Una tumba real
Las primeras actividades desarrolladas por Adams consistieron en documentar la información que quedó expuesta en trincheras y túneles, así como el registro de las tumbas saqueadas. De particular interés fue la Tumba 1, localizada en el Edificio C-1, ya que la cámara sepulcral se encontraba ricamente decorada con paneles con diversos rasgos iconográficos, como esteras, que simbolizan la autoridad dinástica, y elementos acuáticos, que establecen los espacios liminares con el inframundo. Destaca el panel central, situado en la cabecera de la tumba, el cual muestra la fecha en cuenta larga 8.19.1.9.13, 4 b’en, 16 mol, es decir 417 d. C., la cual registra el nacimiento del personaje allí enterrado y a quien Adams denominó Gobernante X. Sugirió que éste pudo ser hijo del gobernante de Tikal, Siyaj Chan K’awiil, también conocido como Cielo Tormentoso, lo cual planteaba la posibilidad de que la región hubiese estado incorporada al poderoso Estado regional de Tikal.
Adams sitúa la ocupación inicial de Río Azul alrededor de 200 a.C., a partir de la Subestructura G-103, claramente perteneciente al Preclásico Terminal. Propuso también que durante el Clásico Temprano la regencia del sitio recaía en tres familias, hasta que Tikal impuso a un gobernante, con lo que le ayudó a mantener el control de las redes comerciales entre el Caribe y las Tierras Bajas del Centro, además de acotar el creciente expansionismo de Calakmul. Asimismo, consideraba que estos factores favorecieron la alianza de Tikal con Teotihuacan, relación que aún provoca un encendido debate entre los investigadores.
La desestabilización política ocurrida en el siglo vi en las Tierras Bajas centrales ocasionó severas contracciones poblacionales y el abandono parcial de algunos asentamientos importantes, como Kohunlich, que incluso se distanciaron de los patrones culturales del Petén. Río Azul no fue la excepción y alrededor de 535 d.C. se vio afectado por este minicolapso, y pese a ello logró estabilizar su ocupación y restableció la posición fronteriza de Tikal, fortalecida mediante la fundación de Kinal en el siglo viii. Durante el Clásico Tardío la región vivió una fulgurante pero efímera actividad constructiva que no fue más allá del Clásico Terminal. Alrededor de 800 d.C., con la penetración de cerámicas procedentes del Puuc, la región comenzó a despoblarse.
Restos de cacao en la Tumba 19
Gracias a la elaboración de mapas y tras examinar las trincheras abiertas por los saqueadores, se logró tener una idea clara sobre la configuración del sitio. Adams y su equipo se percataron que el Edificio C-1, donde fue enterrado el cuerpo del Gobernante X, tenía estructuras adosadas sobre las fachadas norte y sur, las cuales podrían contener tumbas. Fue así que en 1984 se inició su exploración mediante una cala que llevó al descubrimiento de la Tumba 19, lo que hizo necesario abrir un enorme pozo. La excavación se realizó con premura y no se definió claramente el perfil arquitectónico de la estructura. A la tumba se ingresó rompiendo la cubierta, donde se descubrieron una gran cantidad de lascas de sílex, característica que comparten prácticamente todas las tumbas de Río Azul.
La cámara sepulcral es un domo excavado al interior de la roca madre, cuyo acceso se delimitó mediante jambas decoradas con motivos geométricos. Las paredes fueron pintadas en ocre y decoradas con representaciones de cabezas del dios Hu’nal. El cuerpo del personaje se dispuso en una colchoneta rellena con algodón de ceiba que se colocó sobre una litera de madera. Entre las vasijas recuperadas destacan seis vasos cilíndricos que mostraban huellas de sedimento, además de un recipiente en forma de olla con tapa de rosca, asa de estribo y decorado con un texto jeroglífico, que los epigrafistas tradujeron como “su bebida de cacao”. Análisis químicos posteriores determinaron que esta vasija en particular, así como algunos de los vasos, mostraban residuos de teobromina y cafeína, marcadores diagnósticos que indican que las vasijas contuvieron una bebida de cacao. Para sellar la cámara se construyó un muro alineado con las jambas y rematado por cuatro troncos rollizos. Al relleno de la cubierta se integraron lascas de sílex, las cuales permitieron identificar la tumba.
Al término de la temporada el enorme pozo quedó abierto. Los materiales de relleno removidos durante la excavación se acumularon alrededor y posteriormente se colocó una cubierta de palma para proteger la tumba. Con el paso de los años y tras las constantes e intensas lluvias que afectan la región, los perfiles estratigráficos se fueron erosionando y eventualmente desprendiendo. Por otra parte, la difusión del hallazgo en una revista como National Geographic atrajo rápidamente la atención, y aunque el sitio aún en la actualidad resulta de difícil acceso, nunca faltaron visitantes que se aventuraron hasta Río Azul para conocer las tumbas.
En el caso de la Tumba 1, los saqueadores rompieron la bóveda y por allí penetraron para robar el ajuar funerario del Gobernante X. En la Tumba 19, el equipo de Adams también entró por la cubierta para realizar su exploración. Así, los turistas que a lo largo de poco más de 20 años visitaron las tumbas ingresaron de la misma forma, valiéndose de troncos que se improvisaron como escalera. Esto ocasionó el deterioro de los aplanados, ya que para facilitar su descenso, los visitantes generalmente apoyaban los pies directamente sobre los muros decorados. La humedad, los cambios de temperatura y las deyecciones de murciélagos fueron factores que también contribuyeron al deterioro.
Daniel Juárez Cossío. Arqueólogo por la ENAH con estudios de restauración arquitectónica por la ENCRyM. Ha realizado investigaciones en la cuenca del Usumacinta, en la región Centro-Occidente del país y en la Sierra Gorda. Colabora en los proyectos Río Azul y Kaminaljuyú, ambos en Guatemala. Curador de las colecciones mayas del Museo Nacional de Antropología.
Juárez Cossío, Daniel, “Trabajos de restauración en Río Azul, Petén, Guatemala”, Arqueología Mexicana núm. 131, pp. 16-21.
Texto completo en la edición impresa. Si desea adquirir un ejemplar:
http://raices.com.mx/tienda/revistas-procesiones-en-mesoamerica-AM131