Eugenia Fernández Villanueva Medina
Tzintzuntzan, “lugar de colibríes”, era una ciudad viva al momento de ocurrir la conquista española, de ahí que además de los restos arqueológicos, podamos contar con descripciones de los primeros evangelizadores franciscanos, conquistadores y viajeros.
Por medio de la arqueología se pueden conocer las ciudades del pasado en su aspecto físico, el tipo de objetos utilizados y las formas de enterramientos de los antiguos pobladores. Sin embargo, no deja de ser atractivo imaginar la forma en que vivían, qué cultivaban, cómo se organizaban, de quiénes eran aliados y de quiénes enemigos, cómo eran sus ceremonias religiosas y muchas otras cosas.
El especialista se ve limitado a generar cierta información a partir exclusivamente del dato arqueológico y recurre a otras fuentes de información para complementarla, entre ellas los documentos históricos. Lo anterior es muy útil, aunque, dado lo fascinantes que pueden resultar los relatos, existe el riesgo de abusar de ese recurso y construir historias que en ocasiones poco tienen que ver con la realidad. Otro riesgo es sustituir la investigación arqueológica y asumir que la información documental es verídica y suficiente.
Tzintzuntzan era una ciudad viva al momento de ocurrir la conquista española, de ahí que además de los restos arqueológicos, podamos contar con descripciones de los primeros evangelizadores franciscanos, conquistadores y viajeros.
Tzintzuntzan, voz purépecha cuyo significado es “lugar de colibríes”, está ubicada en la cuenca del lago de Pátzcuaro, al centro del estado de Michoacán. El asentamiento prehispánico se extiende a lo largo de las laderas de los cerros Yahuarato y Tariácuri, en la ribera oriente del lago; fue habitado por el grupo purépecha desde el siglo XV de nuestra era y se distingue por su continuidad histórica hasta el presente. Hoy la población se ubica en un terreno plano entre ambos cerros, a la orilla del lago, sobre parte de lo que fuera la antigua ciudad.
Tzintzuntzan a través de las fuentes
La historia de Tzintzuntzan y el pueblo purépecha o tarasco prehispánico se conoce principalmente a partir de la Relación de Michoacán, documento dictado al franciscano fray Jerónimo de Alcalá por miembros de la elite purépecha prehispánica hacia 1539.
Existen otros documentos históricos que se refieren a la antigua capital purépecha: la cuarta de las Cartas de relación de Hernán Cortés (1524); la Información de Don Vasco de Quiroga, sobre el asiento de su iglesia Catedral, 1538 (Warren, 1977); los testimonios de Antonio de Ciudad Real en su Tratado curioso y docto de las cosas de la Nueva España, redactado hacia 1590; las Relaciones geográficas; la Crónica de la orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, provincia de San Pedro y San Pablo de Mechoacan en la Nueva España, de fray Alonso de La Rea, escrita en el siglo XVII; la Crónica de la provincia de los santos apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, de fray Pablo Beaumont, del siglo XVIII, por citar sólo algunos de los muchos en que se habla de los antiguos michoacanos.
Fernández Villanueva Medina, Eugenia, “Tzintzuntzan, Michoacán, a lo largo del tiempo”, Arqueología Mexicana núm. 99, pp. 48-55.
• Eugenia Fernández Villanueva Medina. Licenciada en arqueología por la ENAH y maestra en restauración de sitios y monumentos por la Universidad de Guanajuato. Investigadora del Centro INAH Michoacán/El Colegio de Michoacán. Directora del proyecto Parque Arqueológico-Ecológico Mesa Acuitzio. Se especializa en arqueología regional.
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