Fray Bernardino de Sahagún describe una ceremonia que los mexicas realizaban el último día del mes de panquetzaliztli en el teotlachco de Tenochtitlan, dedicada a Paynal, dios de las batallas, que fue una advocación de Huitzilopochtli. La ceremonia se iniciaba con una procesión que tocaba varios sitios de la ciudad, en la cual se transportaba la imagen del dios y se le depositaba después en el templo de Huitzilopochtli, en donde el tlatoani hacía una ofrenda. Al amanecer del día siguiente, se llevaba la imagen al teotlachco, con cuatro cautivos de guerra para ser sacrificados, dos a Amapan y dos a Oappatzan, deidades del juego y de la pelota; luego los arrastraban por el campo, que quedaba ensangrentado, y los guerreros hacían una solemne representación bélica. Esta ceremonia refleja la íntima relación entre el juego y la guerra, ambos una lucha de contrarios, relación que se muestra en los relieves de la cancha del juego de pelota de Chichén Itzá, Yucatán, en donde los jugadores, que practican un sacrificio por decapitación, llevan atavíos guerreros.
Las canchas del juego de pelota
Entre los nahuas la cancha de juego era llamada tlachco. en tanto que el acto de jugar se denominaba tlachtli o ulamaliztli. Las fuentes nos dan a conocer la forma de los campos de juego y el hecho de que todas las ciudades tenían sus canchas, por lo general en forma de I, es decir, cerradas por los cuatro lados. Las estructuras estaban encaladas y pintadas, y sobre el piso había una línea transversal de color negro o verde llamada tlécotl, pintada con una hierba de carácter mágico, que dividía la cancha en dos partes. Los anillos o tlachtemalácatl estaban decorados con relieves o pintados con símbolos pintados asociados a la guerra y a los astros.
Los jugadores
Entre los nahuas el juego parece haber sido exclusivamente masculino, aunque fray Bartolomé de las Casas vio partidos entre mujeres, tal vez en la isla La Española. En el siglo XVI, según las fuentes, el juego ya tenía un carácter profano y popular, pues no hay mención de que los sacerdotes realizaran encuentros con carácter ritual. En los juegos participaban tanto pipiltin (nobles) como macehualtin (no nobles), ya sea jugando o mirando.
Tomado de Mercedes de la Garza, “ El juego de pelota según las fuentes escritas”, Arqueología Mexicana, núm. 44, pp. 50-53.
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