Las ciudades en Mesoamérica

Eduardo Matos Moctezuma

Coinciden diversos investigadores dedicados al estudio de las ciudades antiguas en que el surgimiento de éstas marcan el comienzo de la civilización en diferentes latitudes. En efecto, hasta el momento se han aceptado seis áreas en el mundo en las que se presentó el fenómeno de la ciudad con la complejidad que esto implica. Fueron ellas: Egipto, Mesopotamia, China y el valle del Indo (Pakistán) en lo que a África y Oriente se refiere, y en el continente americano, los Andes y Mesoamérica. En estas sociedades originarias –así llamadas porque alcanzaron la civilización como parte de un proceso de desarrollo propio, sin influencia externa– vemos ya una serie de características que las identifican, si bien en cada una son peculiares.

 

Un autor que dedicó sus esfuerzos a tratar de dilucidar la importancia de las ciudades, el doctor Gordon V. Childe, planteó a mediados del siglo XX que el proceso de desarrollo de las sociedades había pasado por tres etapas: la Revolución Neolítica, la Revolución Urbana y la Revolución Industrial (Childe, 1954). La primera se entiende como el momento en que el hombre domina la agricultura y se presentan cambios cualitativos en el proceso mismo, como los que ocurren a partir de una sedentarización cada vez más acentuada con el impacto correspondiente en la economía, las relaciones sociales, la división del trabajo y la presencia de nuevos instrumentos; a la vez, agua y tierra cobran una importancia fundamental, a tal grado que pronto se les deifica.

 

Características de las ciudades

 

Otro cambio cualitativo aparece con las primeras ciudades (Revolución Urbana), en el cual Childe (1950) detectó diez características que le son propias:

 

1. Concentración de un grupo relativamente numeroso de población en un área específica.

2. Desarrollo de una estratificación social.

3. Parte de la población está formada por campesinos y algunos miembros de esa población se dedican a otras ocupaciones como especialistas de tiempo completo.

4. Producción de una economía excedente y su apropiación por la autoridad central, ya sea el gobernante o el dios.

5. Presencia de escritura, de control económico y aspectos ideológicos como mitos y otros eventos con los que se justifican las diferencias entre las clases sociales.

6. Ciencias exactas y predictivas, como el conocimiento del clima aplicado a la agricultura.

7. Arquitectura monumental, como templos, palacios, fortificaciones y tumbas.

8. Arte figurativo.
9. Comercio a larga distancia.

10. Residencia basada en el sentido de comunidad de los miembros de las diferentes especialidades y clases.

Estas diez características se aprecian en Mesoamérica con sus propias particularidades (Wiesheu, 2002; Fash y López Luján, 2009). Ahora bien, no hay que olvidar que ya Paul Kirchhoff, en 1943, había establecido poco más de 40 rasgos que consideró típicamente mesoamericanos. Sin embargo, no tomó en cuenta la presencia del Estado como ente rector del todo social. Por eso resulta de la mayor importancia atender tres conceptos que constituyen el Estado: población, territorio y ciudad. El Estado, a su vez, puede revestir alguno de estos tres aspectos:

a) Estado primario, entendido como aquel que tiene su propio territorio y población.

b) Estado imperialista, concebido como el que rebasa sus límites para invadir y apoderarse de territorios de otros estados.

c) Un Estado que ha sido sometido por la acción expansionista de otro Estado.

 

Matos Moctezuma, Eduardo, “Las ciudades en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana núm. 107, pp. 22-28.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

 

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