Luis Millones
La guerra entre Huascar y Atahualpa también envolvió a las momias. Los “generales” de Atahualpa no sólo capturaron a Huascar y masacraron a los miembros de su naciente panaka, sino que se esmeraron en destruir las momias de las familias (y todos sus miembros) que habían apoyado al Inca derrotado. Cada noble contaba con varios bultos, uno podía guardar sus huesos en el interior, y otros las representaciones del mismo señor. Dado que los “bultos” estaban relacionados con las montañas determinadas en diferentes lugares del Tawantinsuyu, es posible que su destrucción fuera también una advertencia a los pueblos de aquellas regiones de que su deidad o su representante habían perdido la capacidad de protegerlos.
No hay informe imparcial que florezca en el juego de una disputa, mucho menos si estaba en juego un armonioso conjunto político que tenía siete millones de habitantes. A lo que hay que sumar que el testigo de esta disputa tenía tanto interés en el resultado como los contendientes, para arrebatarles lo que suponía que sería su triunfo.
La muerte de Guayna Capac
El último de los incas o gobernantes del Tawantinsuyu fue Guayna Capac, que murió en algún momento entre los años 1526 y 1528, cuando Francisco Pizarro realizaba su segunda expedición en busca de un segundo Dorado, al sur del ya descubierto Tenochtitlan. El abrupto fin de sus días fue resultado de una pandemia que probablemente llegó desde la remota Audiencia de Santo Domingo, enfermedad de la que se tiene noticia desde 1520, y que también hizo estragos entre los aztecas, que la llamaron huey záhuatl o totomonaliztli. Los andinos, como sabemos por el informe europeo, llamaron moro onqoy a este mal, término que ha sido traducido como viruelas, sin mayor precisión. La muerte del exitoso décimo monarca del Cuzco ocurrió en Quito, la ciudad más importante del extremo norte de su imperio (Ecuador), y todo parece indicar que dejó sin heredero la tiana o asiento imperial. Al parecer, al final de sus días tuvo la intención de colocar la mascaipacha o borla que lo haría Inca a uno de sus hijos. Si esto realmente sucedió, no sirvió de mucho, pues Ninan Cuyuchi, también fue presa de epidemia y no llegó a gobernar.
Hay que tomar en cuenta que no existen relatos incaicos de primera mano, los kipus o cordones de colores que servían como medio de comunicación no han podido ser descifrados hasta la fecha, y si bien podemos llegar a ellos como instrumento contable, es indudable que fueron mucho más que eso.
La elección del sucesor del inca y el origen de la guerra de las momias
Las crónicas de fines del siglo XVI y principios del XVII suelen atribuir al abuelo Guayna Capac, Pachacuti Inca Yupanqui, el haber organizado un sistema de sucesión que evitase el conflicto al interior de la nobleza incaica. Ahora se le llama co-reinado, y consistía en designar a uno de sus hijos sucesor durante la vida del Inca y en compartir con su padre las tareas. Dado que el número de mujeres disponibles como esposas (nobles o no) para la elite no tenía límite, el gobernante tenía una vasta prole de la que podía elegir al más capaz. Aun así la decisión no era fácil, en el tope de la escala social, a la llegada de los europeos, existían diez familias poderosas en el Cuzco, todas ellas con potenciales herederos, dado que el Inca podía haber tomado por esposa a cualquiera de las hijas nobles (o a todas) en edad de ser consideradas dignas de acompañar al monarca.
Millones, Luis, “Los conflictos entre Atahualpa y Huascar o la guerra de las momias”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 54-58.
• Luis Millones. Doctor en historia (Pontificia Universidad Católica del Perú y Universidad de Chile). Profesor emérito de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Trujillo. Profesor de la Unidad de Postgrado de Ciencias Sociales de la Universidad de San Marcos. Se especializa en etnicidad y religiosidad popular.
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