Las tradiciones metalúrgicas en las ofrendas del Cenote Sagrado de Chichén Itzá

Edith Ortiz Díaz, Bryan Cockrell, José Luis Ruvalcaba Sil

Los objetos de metal que se han encontrado en el cenote de Chichén Itzá han llamado la atención de los investigadores en diferentes momentos del siglo pasado y lo que va de éste. Los resultados que se presentan en este artículo son el producto del análisis de 148 piezas ubicadas en los tres acervos que resguardan estos magníficos materiales.

 

Entre 1904 y 1911 Edward Thompson realizó una serie de exploraciones en el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, Yucatán; empleó una draga y contrató a varios buzos para recuperar los materiales depositados en el cenote. Varias décadas después, en las temporada de campo 1960-1961 y 1967-1968, Román Piña Chán también se valió de buzos y de un tubo de aire a presión para recuperar distintos materiales ofrendados al cenote. Desafortunadamente la técnicas usadas en ambos proyectos no permitieron preservar la estratigrafía de los materiales, la cual de por sí era ya bastante complicada desde comienzos del siglo XX debido a la constante caída de materia orgánica al interior del cenote. A pesar de este hecho, debe destacarse la gran variedad de materiales ofrendados que se han localizado, entre ellos: objetos de piedra verde, cerámica, turquesa, copal y madera. Además, durante los diferentes trabajos de exploración se halló una gran variedad de piezas de metal.

Los objetos de metal rescatados en el proyecto de Thompson se enviaron al Museo Peabody de Arqueología y Etnología de la Universidad de Harvard. En 1959, 92 objetos fueron reenviados a México y se encuentran resguardados actualmente en el Museo Nacional de Antropología. Los objetos encontrados por Piña Chán se enviaron al Museo Palacio Cantón en Mérida. De este modo, entre los tres museos hay un total de 494 objetos de metal.

 

El análisis de los objetos de metal

Los distintos objetos de metal que se han encontrado en el cenote de Chichen Itzá han llamado la atención de los investigadores en diferentes momentos del siglo pasado y lo que va de éste. Estos estudios se han enfocado primordialmente en la composición de las piezas y el análisis se ha restringido a trabajar con las piezas de un solo museo. Los resultados que se presentan en este artículo son el producto del análisis de 148 piezas ubicadas en los tres acervos que resguardan estos magníficos materiales. La prioridad del análisis fue trabajar con métodos no invasivos o destructivos que nos dieran con mayor detalle la composición de los objetos, así como reconocer y entender las distintas técnicas de su fabricación y relacionarlas con diferentes áreas productoras tanto de Mesoamérica como del área del sur de Centroamérica y el norte de Sudamérica. Queda claro que los objetos de metal hallados en el cenote fueron manufacturados en sitios fuera de la península de Yucatán, puesto que ésta carece de fuentes metalíferas.

 

El estudio de los objetos de metal

Se hizo una ficha para cada pieza, tomando en cuenta su contexto y tratamientos posteriores a su hallazgo. Asimismo se consignó cuál era el estilo tecnológico que se le había designado previamente a este estudio. El protocolo de trabajo incluyó análisis de cada pieza con luz visible, luz ultavioleta –para determinar residuos orgánicos producto de los procesos de restauración o de exhibición– y luz infraroja, la cual nos permitió observar las impresiones de las herramientas usadas en la fabricación. Posteriormente se analizaron bajo el microscopio óptico. El siguiente paso consistió en realizar un análisis de fluorescencia de rayos-x (XRF), para determinar la composición general de la pieza. Para precisar los datos obtenidos por medio de XRF, se realizaron dos análisis más: difracción de rayos-x (XRD), y espectrometría de retrodispersión Rutherford (RBS), los que permitieron identificar la composición de los objetos tanto en su núcleo como en su superficie. A la par del trabajo analítico, se revisaron los documentos disponibles en los archivos de los museos sobre las colecciones del cenote. La idea era ver si se podían obtener datos sobre la excavación y su asociación con otras piezas, además de ver si éstas habían sido sometidas a algún proceso de restauración que pudiera haber afectado la superficie o incluso el núcleo de la propia pieza, ya que algunos procesos de limpieza utilizados en el pasado podían ser sumamente agresivos y haber dañado los objetos.

Como se mencionó anteriormente, tuvimos la oportunidad de trabajar con 148 piezas de tres acervos distintos. A continuación presentamos una síntesis del resultado del estudio con algunas de las piezas más representativas.

Cascabeles. Éstos ofrecen una buena oportunidad para estudiar el desarrollo tecnológico estilístico a lo largo del tiempo. De los 38 cascabeles analizados, 19 son de cobre o con aleaciones de cobre –es decir, con arsénico, estaño o plomo– y los otros 19 de tumbaga: una aleación de cobre, oro y plata. Todos se fabricaron a la cera perdida. Cinco tienen falsa filigrana, diseñada en la cera y después remplazada con el metal. Ocho tienen una abolladura y 14 parecen haber sido aplastados. Este “defecto” podría ser una alteración secundaria intencional, la cual discutiremos con más detalle al final de este trabajo. Se propone que los cascabeles de tumbaga fueron hechos por grupos de Panamá y Costa Rica, particularmente de la zona de Veraguas (400-900 d.C.), donde se han recuperado algunos cascabeles zoomorfos muy parecidos. Estos cascabeles se agruparon en lo que se llamó “grupo internacional”.

Por otro lado, es probable que los cascabeles de cobre provengan del Occidente de México y correspondan al Periodo II, es decir, 1040-1521 d.C. Asimismo, se considera que la procedencia de otros puede ser la Cuenca de México. Esos cascabeles son parecidos, por su forma y composición, a los del Templo Mayor (1325-1520 d.C.) y a los de Mayapán (1050-1440 d.C.).

Pinzas. Se estudiaron dos pinzas fragmentadas. Estas piezas martilladas estaban sin sus hojas y tienen un diseño de espiral o caracol. Hay que hacer notar que este tipo de decoración se dio principalmente entre los purépechas (1350-1519 d.C.). Sin embargo, la diferencia entre las pinzas purépechas y las que se hallaron en el cenote es que las primeras son de una aleación de cobre con estaño mientras que las segundas son de zinc, con menos estaño o latón. Esta diferencia en la composición hace que las primeras sean menos rojizas que las provenientes del cenote.

Hachas. Se analizaron dos hachas de las conocidas como “hachas tipo moneda”, las cuales son láminas sumamente delgadas, de cobre-arsénico. Tanto en Guerrero como en Michoacán se han encontrado este tipo de hachas. Pertenecen al estilo tipo 1a de Guerrero y Michoacán, fabricadas alrededor del Periodo II (1040-1521 d.C.). Ambas hachas fueron halladas juntas en el cenote, lo que hace suponer que fueron depositadas posiblemente como una sola ofrenda.

Figurillas. Se analizaron doce figurillas antropomorfas, dos zoomorfas y dos de forma indeterminada. Todas las figurillas presentan aros de suspensión. Desde el punto de vista de la tecnología, algunas figurillas fueron vaciadas sin el núcleo de cerámica expuesto mientras que otras sí lo presentan. Dichos núcleos se sacaron después de que se solidificó el metal. Encontramos también algunas partes donde se pusieron unos tapones de madera para estabilizar el núcleo después del vaciado, mientras que en otros casos el núcleo se estabilizó con metal al momento de finalizar la pieza. Al parecer este tipo de técnicas y la iconografía de estas figurillas puede clasificarse dentro del “grupo internacional”, es decir, que fueron realizadas por comunidades del caribe de Costa Rica o por los quimbaya de Colombia.

Sandalias. Al menos dos de las seis sandalias estudiadas fueron doradas por remplazo electroquímico: su base es de cobre y la capa delgada del exterior es de plata y oro. Las sandalias son objetos propios de Mesoamérica y eran parte del tributo que recibían los mexicas según textos coloniales. El proceso de fabricación de las sandalias es similar al utilizado para las láminas de metal. En el cenote se han encontrado también láminas de metal como ofrendas.

Cuentas. Encontramos dos tradiciones metalúrgicas en las cuentas analizadas. Si bien todas las cuentas son de tumbaga, cinco de ellas son parecidas en la técnica de vaciado y en su morfología a las halladas en la tumba 7 de Monte Albán (1350-1521 d.C.). Un segundo grupo de dos cuentas, a diferencia de las del primer grupo, son de forma cilíndrica y se formaron a partir de martillar el metal y formar pequeños tubos. Esta técnica puede observarse gracias a que queda una línea en el borde del tubo y algunas arrugas en la misma cuenta, lo que hace suponer que fue enrollada. Este tipo de cuentas son similares a las halladas en la tumba 74 del sitio de Conte en Panamá (900-950 d.C.), por lo que al menos estas dos cuentas formarían parte del “grupo internacional”.

 

Edith Ortiz Díaz. Doctora en historia por el Colegio de México. Investigadora del IIA, UNAM. Trabaja temas de arqueología e historia de la Sierra Norte de Oaxaca y la región del Papaloapan. Estudia los procesos de producción de metalurgia prehispánica.

Bryan Cockrell. Doctor en antropología por la Universidad de California, Berkeley. Su principal interés es la aplicación de métodos arqueométricos en objetos de metal prehispánicos para determinar cambios en las técnicas de fabricación.

José Luis Ruvalcaba Sil. Doctor en ciencias, Universidad de Namur, Bélgica. Investigador del Instituto de Física de la UNAM. Ha realizado numerosos estudios arqueométricos en diversos materiales de diferentes periodos. Director del Laboratorio Nacional de Ciencias para la Investigación y la Conservación del Patrimonio Cultural.

 

Ortiz Díaz, Edith, Bryan Cockrell, y, José Luis Ruvalcaba Sil, “Las tradiciones metalúrgicas en las ofrendas del cenote sagrado de Chichén Itzá”, Arqueología Mexicana núm. 138, pp. 72-74.