Jaime Torres Trejo
El oro, huésped casi invisible de placeres, vetas y rocas, es extraído en cada caso con técnicas especializadas. De estos yacimientos destacan los placeres por lo sencillo y económico que resulta la obtención del metal, mediante el uso del método tradicional de minado por bateo que se practicó en la época prehispánica y sigue vigente entre los gambusinos.
El oro tiene propiedades físicas extraordinarias, que permiten que se puedan obtener hilos delgadísimos, por estiramiento excesivo, o láminas extremadamente finas al aplanarlo mediante percusión. También se puede cortar con una navaja, sin que se pulverice, y doblar sin que se rompa, y mantiene su posición al cesar la fuerza deformante. Asimismo, se funde a temperaturas relativamente bajas y es muy pesado (casi el doble que la plata), cualidad que favorece su acumulación y facilita su explotación en los placeres, pero sobre todo es inoxidable. Estas propiedades han hecho del oro un mineral altamente apreciado desde la antigüedad por hombres y mujeres, e idóneo para manufacturar artículos diversos, principalmente de joyería; también se le aprovecha para acuñar monedas, elaborar objetos religiosos, piezas dentales y en las industrias electrónica y aereoespacial, entre otros usos.
Origen y yacimientos
El oro se encuentra diseminado en placeres, vetas y rocas, ya sea en estado nativo o formando parte de otros minerales, en especial de sulfuros (pirita, arsenopirita, calcopirita, esfalerita, marcasita, galena, etc.) y minerales de plata, con los cuales se asocia frecuentemente, sobre todo en las vetas. Su génesis se relaciona, por lo general, con los fluidos hidrotermales producidos durante la solidificación magmática.
Las vetas auríferas son de composición cuarzosa y se hospedan en diversas rocas, de preferencia ígneas (granitos, granodioritas, riolitas, etc.). En estas vetas el oro aparece en forma de láminas, escamas, hilos, dendritas y, en ocasiones, en cristales que rara vez son perfectos.
Además de alojarse en vetas y rocas, el oro suele presentarse entre las arenas y gravas de origen aluvial, depósitos que se conocen como placeres. En éstos, el oro se presenta en estado nativo en forma de granos minúsculos (polvo), y en agregados compactos redondeados por el desgaste que sufren al ser transportados; a estas partículas redondeadas se les llama popularmente pepitas. Polvo y pepitas son liberadas por la erosión de vetas y rocas, para luego ser conducidas y concentradas por el agua, junto con arenas y gravas en los cauces fluviales. Durante el siglo XIX , el descubrimiento de placeres auríferos en los Estados Unidos de América (California, Alaska) dio lugar a las célebres “fiebres del oro”, que provocaron el traslado de miles de personas a esos sitios, en la búsqueda del preciado metal.
En la actualidad, la minería a cielo abierto de rocas auríferas ha cobrado relevancia por las nuevas tecnologías que hacen rentable su extracción. En estas rocas, especialmente ígneas, el metal aparece disperso en su matriz, casi siempre como partículas irregulares, pocas veces perceptibles a simple vista y en cantidades mínimas, apenas algunos gramos, o su fracción, por tonelada de roca. Los yacimientos de oro son comunes en todo el mundo, aunque su metal generalmente es escaso. En nuestro país, la mayoría de los diferentes tipos de depósitos auríferos se localiza principalmente a lo largo del Pacífico, desde Sonora hasta Oaxaca, en las sierras Madre Occidental y Madre del Sur. Los placeres más importantes están distribuidos en el estado de Sonora, en especial en la región de Altar; otros yacimientos sobresalientes son los de Baja California, Baja California Sur, Sinaloa, Michoacán y Guerrero (Terrones Langone, 1986).
Minería
La minería es la actividad que ha permitido al hombre el acopio de minerales y rocas, por medio del minado a cielo abierto o subterráneo. La mina está constituida por el conjunto de excavaciones e instalaciones, subterráneas y superficiales, dedicadas a la extracción de minerales y rocas, y el minero es la persona que labora en ella.
Con estos antecedentes, se puede decir que el método de explotación del oro depende, entre otros factores, de la forma, tamaño y características (dureza, composición, etc.) de los materiales en donde se encuentra –placeres, vetas o rocas–, pero sobre todo de su exposición o no en la superficie, circunstancias que definen que el minado se realice a cielo abierto o subterráneamente.
Así, los yacimientos ubicados en la superficie o a poca profundidad, normalmente son explotados a cielo abierto, pues su extracción es más rápida y menos costosa. Por el contrario, para acceder y explotar un yacimiento subterráneo, el minado requiere de grandes inversiones en infraestructura (tiros, galerías, ademe, drenaje, etc.) y equipo (perforadoras, ventiladores, bombas de desagüe, etc.), además de mineros especializados (perforistas, ademadores, etc.).
La mayoría de las vetas y rocas auríferas –a diferencia de los placeres– son duras y compactas y el oro que contienen está inmerso en otros minerales, por lo cual su explotación necesita del uso de explosivos y de una planta de beneficio, para moler el material y recuperar el oro de entre elementos sin valor económico, lo cual requiere de la aplicación de distintos procesos metalúrgicos (amalgamación, cianuración, etc.). Por ejemplo, gran parte del oro que se obtiene en México es producto secundario del beneficio de sulfuros de cobre, plomo, plata y zinc (Sánchez Nava, 2009, p. 31).
El minado de las vetas auríferas es generalmente subterráneo, y el de las rocas, por su escaso contenido en oro, es a cielo abierto, pues para que la extracción de su metal sea rentable se deben remover grandes volúmenes de ellas. Por otra parte, los placeres con oro nativo son yacimientos poco consolidados, se explotan a cielo abierto y el metal se recupera mediante el lavado de arenas y gravas, utilizando bateas. Este tipo de minería ha sido desde siempre el más sencillo y es practicado aún por los gambusinos en muchas partes del mundo. Los gambusinos usan pico y pala para recoger la arena y la grava, y en un recipiente con agua las lavan, para separar los granos de oro del material estéril, mediante movimientos circulares y constantes. Este proceso de minado artesanal contrasta con el uso moderno de dragas, plantas de lavado y bombas que impulsan fuertes corrientes de agua, y así remueven grandes volúmenes de sedimentos y separan el oro que contienen.
Al respecto conviene señalar que México es un país con una tradición minera desde la época prehispánica, según lo muestran, por ejemplo, las obras subterráneas y herramientas dedicadas a la obtención de cinabrio en la Sierra de Querétaro. Después de la conquista española, esta actividad se convirtió en una industria muy importante, por la riqueza de las vetas auro-argentíferas, y se transformó en uno de los pilares de la economía de la Nueva España. Desde entonces y hasta la fecha, la minería ha contribuido a que México fuera uno de los primeros productores de plata en el mundo, aunque la producción de oro, por su escasez en los yacimientos, se ha mantenido a la saga.
Jaime Torres Trejo. Ingeniero geólogo por el Instituto Politécnico Nacional. Investigador de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, INAH, especializado en el estudio petrográfico de rocas y minerales de contextos arqueológicos.
Torres Trejo, Jaime, “Explotación del oro en placeres, vetas y rocas”, Arqueología Mexicana núm. 144, pp. 19-23.
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