Alfredo Barrera Rubio
El hallazgo de varios discos de turquesa con simbología solar, depositados como ofrendas en una subestructura del Castillo y el Templo de los Guerreros de Chichén Itzá, es muestra del comercio prehispánico de ese material entre el Suroeste de Estados Unidos y la península de Yucatán.
En la primera mitad del siglo XX tuvo lugar la exploración y restauración de varias estructuras de Chichén Itzá, como resultado de una colaboración en 1923 entre la Dirección de Antropología, la Secretaría de Agricultura y Fomento y la Carnegie Institution of Washington.
Las exploraciones de la Carnegie en Chichén Itzá comenzaron en 1924 y concluyeron en 1937; los trabajos estuvieron primero bajo la dirección de Sylvanus G. Morley y posteriormente de Alfred V. Kidder.
Por parte de México participaron Eduardo Martínez Cantón, como inspector de Monumentos Arqueológicos de Yucatán, José Erosa Peniche, Manuel Cirerol Sansores y Miguel Ángel Fernández, quienes llevaron a cabo trabajos de restauración y exploración en el Castillo, el Juego de Pelota, el Tzompantli y otros edificios menores de la Gran Plataforma Norte.
De las estructuras exploradas, destacan el Castillo o Templo de Kukulkán (Serpiente Emplumada) –nombre de un personaje mítico conocido en el Centro de México como Quetzalcóatl– y el Templo de los Guerreros. Entre los hallazgos sobresalientes se encuentran las ofrendas que contenían discos con elementos de mosaico de turquesa, lo cual es un indicio del comercio a larga distancia que esta urbe tuvo durante el Clásico Terminal (800-1100 d.C.).
La subestructura del Castillo de Chichén Itzá
El Castillo de Chichén Itzá es una de las estructuras prehispánicas mejor conocidas nacional e internacionalmente. Se cree que esta edificación maya corresponde al siglo X, y como otros templos mayas de similares características es producto de la superposición de varias etapas constructivas, que en el caso que nos ocupa fueron dos.
Eduardo Martínez Cantón y José Erosa Peniche realizaron labores arqueológicas en el Templo de Kukulkán, el cual fue restaurado casi en su totalidad, y en su interior se localizó otro templo. Los trabajos dieron inicio el 22 de febrero de 1927 en el ángulo noreste y continuaron durante varios años, hasta que en 1932, durante la excavación de un túnel debajo de la escalinata norte del Castillo, con la finalidad de localizar el acceso a la subestructura, se encontró una ofrenda: una caja cilíndrica de piedra y en el interior dos discos de mosaico de turquesa, jade, coral y concha; dos grandes cuchillos de pedernal, y gran cantidad de objetos de piedra verde. Asociada a la caja había un depósito con restos humanos (Erosa Peniche, 1946, p. 17). Este tipo de ofrendas a la construcción fue una práctica común en Mesoamérica.
Alfredo Barrera Rubio. Doctor en antropología por la ENAH. Investigador del Centro INAH Yucatán. Se especializa en la arqueología de la región nororiente de Yucatán. Recibió el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Oriente, Yucatán (2014).
Barrera Rubio, Alfredo, “Discos de turquesa de Chichén Itzá, Yucatán”, Arqueología Mexicana núm. 141, pp. 51-59.
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