Los negros eran, de las tres razas que conformaban la sociedad colonial, la más baja por llevar la marca de la esclavitud y su régimen jurídico y social fue más severo que el de los indios. Los africanos libres y los esclavos no podían salir de noche en las ciudades y los pueblos, así como tampoco tener indias a su servicio o portar armas. A sus mujeres no se les permitía usar oro, ni perlas, ni seda. Sus hijos estaban excluidos de los establecimientos de enseñanza y sólo podían aprender la doctrina cristiana. Además, dentro de esa política de segregación étnica instaurada por las autoridades españolas, los negros y mulatos libres tuvieron sus propios asentamientos en los barrios, en principio, separados de las otras castas. En todas las ciudades coloniales en el centro de la ciudad o villa se situaba la Plaza Mayor, en cuyas casas más cercanas habitaban los españoles, en tanto que extramuros se fueron creando diferentes barrios para el resto de la población.
A pesar de todo, se han hallado restos óseos de población de diferentes etnias en los cementerios ubicados en las iglesias que, en principio, estaban destinados para españoles. Sabemos que en esta época los cementerios se ubicaban en los atrios de las iglesias, aunque también dentro de los recintos se enterraba a gente de mayores recursos económicos. En los cementerios de las plazas mayores de Mérida y Campeche pudimos constatar que a pesar de la acentuada discriminación en vida, ésta no era visible al momento de la muerte, pues se encontraron individuos pertenecientes a todas las castas enterrados en un mismo recinto. Es de suponer que los individuos de las otras castas estarían al servicio de los españoles. Aún más, al revisar los registros parroquiales pudimos comprobar que las iglesias de los centros de la ciudad la administraban españoles, mestizos, mulatos, negros e indios naboríos, es decir, sin distinción de etnias.
En este sentido, la “legislación” eclesiástica, en principio, no consideraba la segregación étnica, al menos no en la administración de los sacramentos ni en los lugares de enterramiento, y los registros parroquiales de esa época así lo demuestran.
Por lo tanto, los restos encontrados en los cementerios de las iglesias probablemente pertenecieron a personas que formaron parte del servicio doméstico de los españoles tanto civiles como eclesiásticos, además de señalar las variadas vías de gradual asimilación y adopción de los nuevos esquemas religiosos y socio-culturales.
Tomado de Pilar Zabala Aguirre, “Esclavitud, asimilación y mestizaje de negros urbanos durante la Colonia”, Arqueología Mexicana 119, pp. 36-39.
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