Roberto Lunagómez Reyes
Las exploraciones arqueológicas costeras en el Golfo de México se han caracterizado por algunos hallazgos fortuitos. Aun así, se han desarrollado investigaciones que han revelado la complejidad cultural de algunos sitios estratégicos en que se explotaban recursos ambientales, así como puertos y enclaves de intercambio de bienes y productos comerciales o desde etapas muy antiguas, que van desde la época olmeca hasta la del contacto español.
La costa del Golfo, una extensa región que va desde Tamaulipas, al norte, hasta Campeche, al sur, se caracteriza por dunas de arenas grises, áreas de mangle y afloramientos de rocas volcánicas, como la región montañosa de los Tuxtlas en Veracruz. Esta amplia región ha sido una zona estratégica de contacto, comunicación y comercio desde el Preclásico, alrededor de 2000 a.C., hasta nuestros días.
La región olmeca
Las primeras evidencias humanas en contextos cercanos a la costa se vinculan a la cultura olmeca (900-400 a.C.), en el sitio de Arroyo Pesquero, en el sur de Veracruz. En este sitio, en el fondo del estero o río de bajo caudal del mismo nombre, en 1969 fueron halladas accidentalmente cientos de máscaras, hachas, figurillas y otros objetos manufacturados en piedra verde o jade; sin embargo, ese espectacular hallazgo propició un saqueo considerable del sitio que continúa hasta hoy. En años recientes, 2008-2012, Carl J. Wendt (de la California State University) y la Universidad Veracruzana emprendieron un proyecto de investigación arqueológica para entender el contexto regional del sitio, su temporalidad, así como para realizar la recuperación de otros objetos de jade, entre ellos la representación de una mazorca de maíz, única en su tipo dentro de la iconografía olmeca, y que pudo haber funcionado como el mango de un sangrador ritual, como símbolo de poder y autoridad. A pesar de que falta mucho trabajo por hacer en Arroyo Pesquero y en la región, la investigación nos ha llevado a considerar que este sitio nunca fue de carácter habitacional o doméstico, sino que pudo haber fungido como un área de ofrenda ceremonial o de función funeraria (Wendt y Lunagómez, 2011).
Asimismo, en el sur de Veracruz, en la desembocadura del gran río Coatzacoalcos, que es uno de los más caudalosos de México, arqueólogos del
INAH Veracruz –encabezados por Alfredo Delgado– excavaron en 2008 los restos de unas canoas prehispánicas con revestimiento de chapopote, posiblemente correspondientes a los periodos Protoclásico, Clásico y Posclásico (200-1200 d.C.) y asociadas a materiales cerámicos de distinta procedencia, como Teotihuacan, el área maya y otras regiones mesoamericanas, lo que podría indicar que el sitio fue un antiguo puerto de intercambio multiétnico.
En el antiguo Puerto México, hoy Coatzacoalcos, Veracruz, Ramón Arellanos y Lourdes Beauregard (Universidad Veracruzana) exploraron los restos de la Villa del Espíritu Santo, uno de los primeros asentamientos españoles durante la época colonial, y que sirvió como puerto de intercambio comercial entre los primeros españoles y las poblaciones indígenas durante la época del con- tacto y el periodo colonial.
Más al norte, en un sitio ubicado cerca de la desembocadura de la bahía de Alvarado, Vera- cruz, fue descubierta en los ochenta del siglo pasado la llamada estela de La Mojarra. Es de estilo epiolmeca y tiene un texto que es considerado el más extenso y complejo de toda Mesoamérica en su momento. Presenta un registro de cuenta larga cuya fecha corresponde al segundo siglo de nuestra era. Comparte además similitudes iconográficas y epigráficas con la estatuilla de los Tuxtlas, la estela de El Mesón, la estela de Alvarado y las estelas de Cerro de las Mesas, que son ejemplos de una posible tradición de protoescritura mesoamericana conocida como “istmeña” por los especialistas. La Mojarra es un sitio enclavado en los manglares ribereños del río Papaloapan. Fue investigado en 1995 por Richard A. Diehl (University of Alabama), y Sergio Vásquez (Universidad Veracruzana), quienes localizaron evidencia de la ocupación prehispánica del sitio por la presencia de hornos cerámicos, arquitectura en tierra y entierros humanos.
Los Tuxtlas
La Sierra de Santa Marta es una cadena montañosa ubicada al oriente de la región de los Tuxtlas; las laderas de ese macizo volcánico desembocan en el Golfo de México, creando una franja costera angosta y delimitada naturalmente por las lagunas de Sontecomapan y del Ostión. Hasta 2008, los conocimientos arqueológicos que se tenían de la zona eran muy limitados; sin embargo, Lourdes Budar (Universidad Veracruzana) inició un reconocimiento regional sistemático que ha sido la base para proponer que se trata en realidad de un corredor costero con características muy particulares: estuvo densamente poblado y activo en la época prehispánica, por lo menos des- de el Preclásico Medio hasta el Clásico Tardío (1000 a.C. al 1000 d.C.), y albergó dos sitios importantes: Piedra Labrada y la Perla del Golfo.
Piedra Labrada es famoso en la bibliografía arqueológica debido a la estela de dos metros de altura que Frans Blom y Oliver La Farge registraron durante la exploración de la Universidad de Tulane en 1925 y publicaron en Tribus y templos; además, cuenta con 12 complejos arquitectónicos que, agrupados en plazas y terrazas, muestran la complejidad e importancia del sitio. Por su parte, la Perla del Golfo se encuentra al norte de la región y está compuesta por 21 complejos arquitectónicos. Destaca principalmente por las monumentales obras de ingeniería hidráulica que incluyen la modificación y acondicionamiento de ríos y sus desembocaduras para crear canales, embarcaderos y pequeñas bahías que permitían la intercomunicación de los complejos arquitectónicos. También son relevantes las enormes plataformas costeras recubiertas de piedra bola y montículos que restringen el acceso desde la playa y flanquean las desembocaduras, y sirven como entradas y salidas a complejos portuarios prehispánicos (Budar y Arnold, 2016).
Roberto Lunagómez Reyes. Doctor en antropología por la UNAM. Investigador del Museo de Antropología de Xalapa (MAX), Universidad Veracruzana. Ha participado en proyectos de investigación arqueológica nacionales y extranjeros en Veracruz. Curador de la Sala Olmeca del MAX.
Lunagómez Reyes Roberto, “Arqueología de la Costa del Golfo de México”, Arqueología Mexicana número 147, pp. 72-75.
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