Uno de los rasgos básicos de Mesoamérica es el uso de calendarios no sólo para computar el paso del tiempo sino para programar la producción agrícola y la vida ritual, entre otros aspectos. Con variantes de acuerdo con la época y la región –cambiaban, por ejemplo, los nombres de los días y los meses–, era común el uso combinado de dos calendarios. El primero de ellos era el calendario solar de 365 días, cuya función esencial era la programación de la vida diaria, como tiempos de siembra y cosecha. El segundo constaba de 260 días y se utilizaba principalmente con fines religiosos y adivinatorios.
El calendario de 365 días era llamado en náhuatl xiuhpohualli o “cuenta del año”; el de 260 días se conocía como tonalpohualli o “cuenta de los días”.
El xiuhpohualli constaba de 18 “meses” de 20 días cada uno –por lo que más apropiadamente se les debe llamar “veintenas”–, más cinco días complementarios, lo que en total da los 365 días del año solar vago. Las 18 veintenas formaban la serie nahua atlcahualo-izcalli y los cinco días complementarios se llamaban nemontemi.
El tonalpohualli estaba formado por 20 trecenas, que dan un total de 260 días. Cada día de este ciclo tenía su nombre propio, que constaba de dos elementos combinables: un número de la serie 1-13, y un signo de la serie vigesimal cipactli-xóchitl entre los nahuas. Las dos series se sucedían cíclicamente, y los 260 días del ciclo completo (13 por 20) corresponden en cierto modo a nuestra semana (pues había 260 nombres de día diferentes).
Enrique Vela. Arqueólogo por la ENAH, editor, desde hace 30 años trabaja en el ramo editorial.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Vela, Enrique (selección de textos e imágenes), “Correspondencia entre los años mexicas y los europeos”, Arqueología Mexicana, edición especial núm. 59, p. 16.