Había dos términos generales en náhuatl para designar a cualquier perro: itzcuintli y chichi, chichitones en algunas partes. Como nombre de mascota se usaban xochcocóyotl, tetlami y teuítzotl. Los perros eran de diversos colores –blanco, negro, manchado, aleonado–, diversos tipos de pelaje –sin pelo, corto, largo– y diversas alzadas –cortos, bajos o pequeños y medianos o normales.
Aparte de los perros comunes y corrientes, las relaciones indican que había al menos otros dos tipos de perros distinguibles por su morfología particular. Uno era bajo y de patas cortas, y además, al engordarlo, se usaba para consumo humano, de ahí que también era rechoncho; este tipo de perro se llamaba tlatchichi o techichi. Un segundo tipo de perro, conocido como xoloitzcuintli y posiblemente también como teuih, era el más alto de los perros mesoamericanos y su piel estaba desnuda, ya que carecía de pelaje; sin embargo, de acuerdo con Sahagún, la carencia de pelo era un rasgo adquirido por restregar una resina a su piel cuando eran pequeños, aunque también indica que le habían dicho que así nacían en los poblados de Teutlixco y Toztlan. Un tercer tipo de perro, denominado “mechoacanense” o itzcuitepozotli, era un perro jorobado y quizá por ello no se notaba su cuello.
Tomado de Ana Fabiola Guzmán, Joaquín Arroyo Cabrales, “Razas de perros mesoamericanos. Características morfológicas y moleculares”, Arqueología Mexicana, núm. 125, pp. 38-41
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