La vida cotidiana y el Fuego Nuevo

En Cuepopan-Tlaquechiuhca, Tenochtitlan

Ciudad de México, 15-12-2021.- En agosto de 2021, año de la conmemoración del quinto centenario de la toma de Tenochtitlan, en un predio aledaño a la Plaza Garibaldi, en el centro-norte del Centro Histórico de la Ciudad de México, se localizó la vivienda de una familia mexica que sobrevivió a la invasión española, de acuerdo con las investigaciones de un equipo de salvamento arqueológico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

El sitio arqueológico es una vivienda que perduró desde1521 hasta 1610, este lapso pudo ser determinado por que la investigación arqueológica llegó hasta los arranques de los muros de la primera casa que perteneció a Tezcatzonco, un barrio menor de Cuepopan-Tlaquechiuhca, una de las cuatro parcialidades que integraban Tenochtitlan. Los cimientos del complejo habitacional mexica –que se encontraron a profundidades que van de los 3.50 m a los 5.20 m- consistieron en vestigios de tezontles y adobes, que cubren una superficie aproximada de 80 m cuadrados.

La vivienda estuvo conformada por un patio interior —donde se localizó una ofrenda de clausura—, una estancia y un corredor que conecta a cinco habitaciones que aún mantienen parte de sus estucos originales en pisos y en muros (de grosores que van de los 30 a los 50 cm). Estos cuartos, uno de los cuales fue cocina, como se dedujo por el registro de un tlecuilli o fogón, alcanzaron medidas de 4 m por 3 m, pero sus dimensiones totales se desconocen porque continúan bajo los predios aledaños.

La residencia tuvo modificaciones espaciales y arquitectónicas en al menos dos etapas: en el periodo Posclásico Tardío, entre 1325 y 1521 d.C., y en la ocupación española, entre 1521 a 1610 d.C. Si bien estuvo destinada a las actividades domésticas, otras evidencias materiales como omichicahuaztlis (instrumentos musicales de hueso trabajado), flautas y ocarinas, señalan que ahí tuvieron lugar diversos rituales. El descubrimiento más llamativo dentro de este conjunto fue la ofrenda de clausura, que fue colocada bajo el piso del patio interior, lo que confirma el carácter sagrado de Cuepopan-Tlaquechiuhca, parcialidad fronteriza con Tlatelolco, y que en el periodo virreinal se convertiría en Santa María La Redonda. Por ejemplo, de este lugar procedía el sacerdote que encendía el fuego nuevo cada 52 años en el santuario del Huizachtépetl (Cerro de la Estrella), momento que marcaba el desenlace y la inauguración de un ciclo de la vida.

La disposición, cantidad y calidad de los materiales que componían esta ofrenda de clausura concuerda con ese carácter sagrado: 13 sahumadores, una copa pulquera de base trípode, cinco cajetes, un plato y una olla de cuerpo globular sobre la que colocaron cuatro vasijas a modo de tapa. En el interior de esta última se detectaron restos óseos cremados —una costumbre funeraria extendida en el mundo mesoamericano—, posiblemente de un infante; sin embargo, esto habrá de comprobarse mediante la microexcavación de las cenizas.

 “... el conjunto de 13 sahumadores expresa un simbolismo particular, ya que fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas: unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur, como una evocación de las 20 trecenas que conformaban el tonalpohualli, el calendario ritual mexica de 260 días; asimismo, cabe mencionar que el número 13 aludía a los niveles del cielo. Las características de los sahumadores también refuerzan la concepción nahua del universo, por ejemplo, la cruz calada de las cazoletas de los sahumadores representa el quincunce, símbolo del axis mundi; mientras que los mangos huecos en colores rojo, negro y azul —que servían de instrumento de viento—, y su remate con la representación de la cabeza de una serpiente de agua, remiten a las fuerzas del inframundo”.

 

Con información de la Dirección de Medios de Comunicación del INAH.