Arqueología en el Zócalo

Eduardo Matos Moctezuma

La Plaza Mayor o Zócalo en tiempos de Tenochtitlan

Por su parte, la arqueología ha podido corroborar que, en efecto, en el lugar no hubo construcciones mayores. Los hallazgos de esculturas monumentales como la Coatlicue (13 de agosto de 1790), la Piedra del Sol (17 de diciembre de 1790) y la Piedra de Tízoc (diciembre de 1791) indican que éstas fueron removidas de sus lugares originales y trasladadas después de la conquista a los sitios en que se hallaron (Matos y López Luján, 2009). Uno de los pocos datos que permite suponer la presencia de una ofrenda prehispánica es el que reporta don Antonio de León y Gama en 1792 en su Relación histórica y cronológica de las dos piedras…, cuando señala que después de encontrarse los grandes monolitos ya mencionados, el teniente coronel Miguel Costanzó le entregó la siguiente nota:

Un peón, llamado Juan de Dios Morales, descubrió por el mes de enero de este año de 1791, en medio casi del cuadro nuevamente construido enfrente del real palacio, ceñido con postes y cadenas, un sepulcro de unas dos varas de largo, y poco menos de vara de ancho, formado de sillares de tezontle muy bien labrados: en su interior, lleno de arenilla blanca muy fina, se encontró la osamenta íntegra de un animal desconocido, con varios trastecitos de ollas de barro semejante al de Quautitlan, de muy buena hechura, que contenían algunos cascabeles de cobre fundido en forma de peras, y otros dijes del propio metal. – El animal, infieren algunos, por los colmillos fuertes y largos que sobresalen de ambas mandíbulas, que fuese un coyote de extraordinario tamaño; pero no sé si esta conjetura será fundada (León y Gama, 1990, pp. 11-12).

La descripción de lo encontrado no dista mucho del contenido de algunas ofrendas halladas de algunos años para acá en el Templo Mayor mexica. De allí en fuera, el sabio novohispano no refiere la existencia de construcciones en las obras emprendidas por el virrey segundo conde de Revillagigedo para emparejar y hacer atarjeas en el amplio espacio de la Plaza Mayor de la ciudad que llevaron a todos estos hallazgos en el siglo XVIII. Otros sondeos practicados en el siglo XIX, aunque más limitados, tampoco arrojaron datos sobre el particular (Orozco y Berra, 1978, III, p. 302). Ya en el siglo XX, don Salvador Mateos Higuera hizo un recuento de los principales monumentos recuperados en el centro de la ciudad y no localizó ninguno en ese vasto espacio (Mateos, 1979). Las obras del Metro de la ciudad (línea 2) que pasa frente a la fachada principal de Palacio Nacional no reportaron vestigios arquitectónicos de importancia en ese largo tramo. Se detectaron vestigios arqueológicos cuando el INAH realizó trabajos entre 1983 y 1984 en la frustrada línea 8 del Metro y más tarde en el centro del Zócalo capitalino, con motivo de la erección del asta-bandera que se encuentra en ese sitio, pero ninguno que indicara un edificio de dimensiones mayores (Miranda, 1984; López Wario, 2009).

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

Matos Moctezuma, Eduardo, “La Plaza Mayor o Zócalo en tiempos de Tenochtitan”, Arqueología Mexicana, núm. 116, pp. 24-27.

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