Después de este ataque de fuerzas sobrehumanas, la ciudad de Tollan se queda sin defensa posible, pues quien podría protegerla en el plano ritual ha quedado desacreditado sin remedio. Por tanto, Quetzalcóatl debe emprender la huida. Al respecto dicen los informantes de Sahagún que “se desasosiega, se desconsuela, luego recuerda que ha de irse, que ha de abandonar su ciudad, Tula”. Procedió a enterrar y ocultar los preciados bienes de los toltecas, desde los excelsos edificios hasta las joyas y los piedras preciosas, “se dice que todo lo escondía, su Casa de oro, su Casa de coral, y aún más, los bienes de los toltecas, los objetos maravillosos, los objetos preciosos; todo lo enterró, todo lo ocultó, allá en los lugares que son difíciles, o dentro de los cerros, o en las barrancas”.
Toda la ciudad fue perdiendo su esplendor, y todo lo que fuera la gloria material de la urbe se desvaneció, los edificios se abandonaron, los objetos artísticos se ocultaron, hasta la naturaleza abandonó a Tula, ya que “en ese tiempo los árboles de cacao se convirtieron en mesquites; y todos los pájaros preciosos, el ave quetzal, el ave de turquesa, el tlauhquechol , primeramente los envió a todos por delante”. Se trata de las aves emblemáticas de las riquezas de la ciudad, ahora su salida es símbolo de que los días de prosperidad de los toltecas han terminado para siempre.
Aquí hay que resaltar el episodio en el cual los magos encabezados por Tezcatlipoca interceptan a Quetzalcóatl en plena huida y lo obligan a entregar la toltecáyotl , o “toltequidad”. Para los antiguos nahuas, la toltecáyotl era todo aquello propio de los toltecas y que los distinguía como pueblo, esto es, sus habilidades artísticas y sus conocimientos. Cuando los ancianos indios decían que Tezcatlipoca y Huitzilopochtli robaron a Quetzalcóatl la toltecáyotl , están indicando que los toltecas habían sido despojados de su herencia cultural para que ésta fuera entregada y disfrutada por los grupos protegidos por los dioses vencedores, es decir, los pueblos nahuas sucesores de Tula, entre ellos los propios mexicas. Al despojarlo de la herencia cultural de la toltecáyotl , Tezcatlipoca y los magos divinos habían obtenido su triunfo final sobre Quetzalcóatl, pues “ellos lo vencieron del todo, lo obligaron a dejarlo todo, se lo quitaron todo”. Se trata, en suma, de la destrucción de lo mejor de Tula, la pérdida de sus riquezas, el fin de la naturaleza prodigiosa y de su trabajo artesanal, así como del abandono de su sacerdote, gobernante y dios: Quetzalcóatl.
Como muestra final de la destrucción de la prodigiosa ciudad de los toltecas, puede leerse el siguiente pasaje de la huida de Quetzalcóatl, donde se detiene para sentir su pena: “Luego por eso mira a Tula y en seguida llora por eso; así como que llora sollozando, ya lloviznan las lágrimas como si fueran granizos; se extienden en su rostro las lágrimas; por eso, al escurrirse las lágrimas se perforó la piedra”. Ésta es una de las imágenes más fuertes del dolor por la ciudad perdida.
Después Quetzalcóatl llegó hasta la costa, donde se embarcó hacia el horizonte en una barca de serpientes o, según una fuente, hizo una hoguera con la misma barca y se inmoló en ella.
Tomado de Miguel Pastrana Flores, “Tezcatlipoca contra Quetzalcóatl en la caída de Tula”, Arqueología Mexicana núm. 112, pp. 30-35.
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