Casas Grandes y las unidades domésticas

Eduardo Pío Gamboa Carrera

El término unidad doméstica ha adquirido un valor universal como categoría de análisis en los estudios arqueológicos contemporáneos. La utilidad de este tipo de herramienta analítica es de corte universal porque puede aplicarse a cualquier sociedad en cualquier etapa de su desarrollo, de manera diacrónica o sincrónica, como lo haremos aquí. El objetivo será estudiar la información arqueológica para entender la variabilidad de las unidades domésticas durante las diferentes etapas del complejo desarrollo social de los pueblos sedentarios del Norte de México.

 

A partir de la década de los setenta del siglo pasado se volvió común el uso de la unidad doméstica como herramienta interpretativa, sobre todo en los estudios de sociedades complejas. Se trata de la unidad mínima de análisis de la arqueología y fue empleada como guía metodológica para estudiar las sociedades complejas en los valles de Oaxaca y de México y en los centros mayas, observando las interconexiones en el contexto arqueológico de las formas de organización humana. Las interacciones entre el hombre y la naturaleza han permitido dilucidar los aspectos económico, político y social, a partir de los restos diseminados entre los vestigios de la arquitectura que comprende la unidad doméstica.

De acuerdo con Michael B. Schiffer, el contexto arqueológico está formado por una serie de procesos que pueden ser identificables y ofrecen información sobre las actividades realizadas en un sitio, en particular aquellas que se llevaron a cabo repetidamente en un determinado espacio. “Las actividades en las que interviene un elemento durante su vida útil, el contexto sistémico, pueden dividirse en cinco procesos: obtención, manufactura, uso, mantenimiento y desecho” (Schiffer, 1972, p. 158). Estos eventos suelen ser, al final, los que generan el paso del contexto sistémico al contexto arqueológico.

Según Kent V. Flannery, las sociedades complejas deben entenderse como un conjunto de grupos diversos que con sus diferentes actividades dan forma a un grupo social más general (Flannery, 1972, p. 47).

 

Unidades domésticas

La frontera norte de Mesoamérica estaba delimitada por una línea imaginaria a la altura del Trópico de Cáncer. La geografía de esta macrorregión tiene como área central el desierto chihuahuense: desde Zacatecas hasta Nuevo México. Las grandes extensiones de tierra y el clima desértico propiciaron el desarrollo de sociedades agrícolas en las áreas ribereñas, y de sociedades de cazadores-recolectores en las grandes llanuras. En este artículo nos referiremos a las sociedades agrícolas.

En el siglo xii la economía de los pueblos sedentarios estaba basada en la agricultura y el comercio. En las riberas de los ríos Bravo, Colorado y Casas Grandes se encuentran los vestigios de los pueblos del Norte de México; uno de los más notables fue Paquimé, localizado en el noroeste de Chihuahua. La organización de la arquitectura cívica, pública y religiosa refleja el desarrollo cultural y la complejidad social de este pueblo.

A finales del siglo XIX visitaron el área los viajeros profesionales Bandelier y Lumholtz, y a principios del siglo XX, los reconocidos arqueólogos Carl Sauer, Henry Carey, Robert Lister, Donald Brand y Edwin Sayles, quienes recorrieron desiertos, valles y montañas, entre Chihuahua y Sonora, y describieron e interpretaron los medios de subsistencia en el Norte de México. En la década de los setenta el arqueólogo Charles Di Peso, en colaboración con el INAH y auspiciado por la Fundación Dragoon de Arizona, Estados Unidos, dirigió las exploraciones más extensas y exhaustivas en la historia de las investigaciones arqueológicas en el área. Realizó reconocimientos arqueológicos en el noroeste del estado de Chihuahua, definió la extensión del sistema regional de la cultura Casas Grandes y excavó la gran ciudad de Paquimé.

Los reportes de Di Peso son invaluables tesoros de información arqueológica sobre Paquimé, sitio ubicado en las márgenes occidentales del río Casas Grandes. Se trata de una población con características propias del llamado Suroeste norteamericano: edificaciones masivas de cuartos familiares, construidos a lo largo de generaciones, llamadas “casas grandes” o “rancherías”, que también se encontraban diseminadas por lugares como Mesa Verde o Chaco Canyon, en Nuevo México, y en los estados de Arizona y Texas. “Los indios Pueblo construyen estructuras habitacionales modulares y con múltiples pisos, con ladrillos de adobe y frecuentemente las ocupan por varias generaciones. Como en un edificio de departamentos, cada unidad era el hogar de una familia y con frecuencia la estructura contenía docenas de unidades” (Morgan, 1994, p. XVI).

La información obtenida durante las exploraciones permitió al arqueólogo Di Peso y a sus colegas establecer una secuencia diacrónica de los contextos arqueológicos. Mediante el concepto de unidad doméstica registró los diversos patrones domésticos de las comunidades de Casas Grandes; estableció tres periodos para determinar la sucesión de eventos en la historia de Paquimé: Viejo, Medio y Tardío. La cronología ha sido establecida por lo menos en tres ocasiones y fijada entre los siglos VI  y XIV  d.C., secuencia que abarca cerca de 700 años. Se trata de una historia de migraciones y transferencias tecnológicas que fueron introducidas a la región por oleadas de gente que migraba en unidades familiares denominadas clanes, provenientes del norte en busca de recursos. Estos clanes, como los definió Flannery, eran un conjunto de grupos diversos que con sus diferentes actividades daban forma a un grupo social más general.

 

Eduardo Pío Gamboa Carrera. Investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, miembro del Consejo de Arqueología del INAH. Profesor en la Escuela Nacional de Antropología e Historia y director del Proyecto Arqueológico Paquimé.

 

Gamboa Carrera, Eduardo Pío, “Casas Grandes y las unidades domésticas”, Arqueología Mexicana núm. 140, pp. 66-70.

 

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