Cometas, águilas gigantes y piedras que hablan Presagios en la obra de fray Diego Durán

Manuel A. Hermann Lejarazu

La obra de fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme, es una de las fuentes principales para conocer a fondo diversos aspectos de la religión, sociedad, costumbres, guerras y gobierno de los mexicas. Se trata también de una historia detallada de los tlahtoque o gobernantes de Tenochtitlan que llevaron a su ciudad, y pobladores, a convertirse en uno de los grandes centros de poder en Mesoamérica entre los siglos XV y principios del XVI.

Pero esta gran historia de triunfos, conquistas y guerras victoriosas, también muestra sus sinsabores cuando en diversas ocasiones los guerreros mexicas sufrían reveses importantes a manos de huexotzingas, tlaxcaltecas, mixtecas, purhépechas, etcétera. Por lo que no debe extrañarnos que fray Diego Durán relatara de manera acuciosa los sucesos, señales y pronósticos que anunciaron la caída de Tenochtitlan, pues su propósito era escribir sobre “la nación mexicana y de sus proezas y de la desastrada suerte que tuvo y fin” (Durán, 2002, I, p. 642).

En efecto, los prodigios registrados por Durán no son tan escuetos como los ya bien conocidos de Sahagún; por el contrario, ofrece diversos detalles y deja ver el impacto que causaron en el ánimo y voluntad de Moctezuma Xocoyotzin, quien pronto se dio cuenta del ineludible final que se acercaba. El dominico, en el primer presagio, nos ofrece un giro interesante al mencionar que el afamado tlahtoani de Tezcoco, Nezahualpilli, le avisa a Moctezuma sobre los funestos sucesos venideros que anuncian la destrucción de la ciudad y la muerte de sus hijos y vasallos: “y más te digo que antes de muchos días verás en el cielo señales que serán pronóstico de lo que te digo: y no por eso te desasosiegues y inquietes, que lo que ha de suceder es imposible huylle el rostro” (ibid., pp. 523-524).

Poco tiempo después, el presagio de Nezahualpilli se cumplió, pues un inmenso cometa fue visto en la noche por un ixiptla (representante o personificación) del dios Huitzilopochtli, quien al día siguiente le dio la noticia a Moctezuma, y éste a su vez pudo verlo en la noche siguiente. Nuevamente Nezahualpilli le ratificó sus vaticinios al señor de Tenochtitlan al explicarle los nefastos mensajes que traía la aparición del cometa: “abrá en todas nuestras tierras y señoríos grandes calamidades y desventuras: no quedará cosa con cosa: abrá muertes innumerables: perderse an todo nuestros señoríos y esto será por permisión del señor de las alturas, del día y de la noche y del aire, de lo cual todo as de ser testigo y los as de ver y en tu tiempo ha de suceder” (ibid., p. 535).

Sin duda es interesante que este mensaje o interpretación del paso del cometa haya sido transmitido por el señor de Tezcoco, Nezahualpilli, a quien Durán no duda en llamar “nigromántico o hechicero”, pues el hijo de Nezahualcóyotl entendía sobre las señales del cielo y sus designios. Por lo que su opinión fue fundamental en la actitud que posteriormente adoptaría Moctezuma con los siguientes presagios.

Otro de los sucesos que fueron menguando el carácter del tlahtoani mexica fue cuando quiso renovar la piedra del temalácatl (piedra circular con un orificio al centro en donde se ataba un guerrero que combatía contra otros), y cambiarla por una más grande y mejor labrada que la anterior. Cuando los canteros convocados por Moctezuma encontraron una piedra muy grande en Aculco, señorío de Chalco, muy pronto llegaron cientos de personas de otros señoríos para extraerla del yacimiento y transportarla a Tenochtitlan. Una vez atada la piedra con numerosas sogas, ocurrieron imprevistos inexplicables: “todas las sogas se cortaron y rompieron, como si fueran de muy tierno algodón” (ibid., p. 554).

Después de muchos intentos lograron moverla un poco con ayuda de gente de Tetzcoco hasta Tlapechuacan. Pero nuevamente fue imposible menear la piedra, cuyos trabajos quedaron detenidos por dos días más: “y así dice la ystoria que parecía haber echado raíces muy hondas, que ni memoria hacía de quererse menear, con hacella toda la violencia posible tantos y tan innumerables indios, antes hacía pedazos las sogas muy gruesas” (ibid., p. 555). El tlahtoani mexica se dio cuenta de que estos eventos nuevamente estaban relacionados con los prodigios que predecían la caída de Tenochtitlan...

 

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el ciesas-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Hermann Lejarazu, Manuel A., “Cometas, águilas gigantes y piedras que hablan Presagios en la obra de fray Diego Durán”, Arqueología Mexicana, núm. 161, pp. 86-87.