En el treceno año de este segundo cuento de trece, que es en el año de 26 después del diluvio, visto que estaba acordado por los dioses de hacer sol y habían hecho la guerra para darle de comer, quiso Quetzalcóatl que su hijo fuese Sol, el cual tenía a él por padre y no tenía madre, y también quiso que Tlalocateuctli, dios del agua, hiciese a su hijo de él y de Chalchiuhtlicue, que es su mujer, luna.
Y para los hacer ayunaron, no comiendo hasta [en blanco en el original], y sacáronse sangre de las orejas; y por esto ayunaban y se sacaban sangre de las orejas y del cuerpo en sus oraciones y sacrificios. Y esto hecho, el Quetzalcóatl tomó a su hijo y lo arrojó en una grande lumbre, y de allí salió hecho sol para alumbrar la tierra; y, después de muerta la lumbre, vino Tlalocateuctli y echó a su hijo en la ceniza, y salió hecho luna, y por esto parece cenicienta y oscura. Y en este postrero año de este trece comenzó [a] alumbrar el sol, porque hasta entonces había sido noche, y la luna comenzó a andar tras él, y nunca le alcanza, y andan por el aire sin que lleguen a los cielos.
Imagen: Coo Savi o Ehécatl-Quetzalcóatl, en la lámina 46 del Códice Nuttall, lleva una máscara bucal con forma de pico de ave y un pectoral hecho con un caracol cortado en sección, elementos que identifican a este dios.
Rafael Tena. Maestro en historia por la Universidad Iberoamericana e investigador de tiempo completo en la Dirección de Etnohistoria del INAH. Su campo de interés académico es la historia, la cultura, la lengua y la literatura de los antiguos nahuas del centro de México.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Tena, Rafael, “Capítulo VII. Cómo fue hecho el sol, y lo que después de hecho sucedió”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 114, p. 22.