¿Cuántos códices prehispánicos hay en México?

MENTIRAS Y VERDADES

Eduardo Matos Moctezuma

Con motivo de la celebración de los 50 años de la inauguración del Museo Nacional de Antropología en Chapultepec, se abrió la exposición “Códices de México. Memorias y saberes”. Allí se muestra un buen número de códices y lienzos de la etapa colonial, la mayoría de ellos depositados en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, de los cuales, en 1964, John B. Glass realizó el catálogo correspondiente. El único anterior a 1521 que permanece en nuestro país es, desde luego, el Códice Colombino, códice de carácter histórico en que se relata, entre otras cosas, la historia del personaje mixteco llamado 8 Venado. Pero ¿qué sucedió entonces con los demás códices que existieron antes de la conquista? Unos fueron quemados, otros robados, algunos más enviados a Europa por diferentes circunstancias. Tenemos el caso de cómo Cortés remite a doña Juana y al emperador Carlos V, junto con su primera carta de relación, muchos objetos que le habían sido obsequiados por Moctezuma II, entre los que se cuentan dos códices. Es, sin lugar a dudas, el primer caso del envío de piezas de este tipo al viejo continente. Dice así el documento: “Más dos libros de los que acá tienen los indios”, y está fechado el 6 de julio de 1519 (Cortés, s.f., p. 134).

A partir de aquel momento nos encontramos ante la pérdida de diversos documentos tanto prehispánicos como coloniales. De los primeros sabemos que son aproximadamente 14 los que hoy se encuentran en el extranjero, salvo el Colombino ya mencionado. Por lo menos seis códices mayas del periodo Clásico se han encontrado de algunos años para acá, aunque por el estado de conservación que guardan no ha sido posible su lectura (Aguilera, 2001). De los segundos, muchos fueron a dar a Europa y Estados Unidos. Entre estos últimos están los manuscritos de dos cronistas: Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtehuanitzin (1579-1660) y los de Fernando de Alva Ixtlixóchitl (1578- 1650). La historia resulta del mayor interés y nos remite al siglo XVII, cuando estos manuscritos pertenecían a don Carlos de Sigüenza y Góngora, y más tarde fueron depositados en la biblioteca del Colegio de San Ildefonso. En 1827, el señor James Thomson visita México por parte de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y se entrevista con don José María Luis Mora, por entonces bibliotecario del colegio, y acuerdan canjear el documento por varias biblias protestantes (Martínez, 2013). Así se hace y el manuscrito va a parar a Inglaterra y en 1982 queda depositado como parte de la colección de la Sociedad Bíblica en la Universidad de Cambridge. Reciente- mente se conoció el interés de esa sociedad por vender el documento mediante la casa de subastas Christie’s de Londres, lo que motivó que varios investigadores protestaran y solicitaran su regreso a México. El INAH de inmediato hizo suyo el caso y realizó los trámites correspondientes para que se recuperaran los documentos, y se logró de esta manera adquirirlo y trasladarlo al país para ser la pieza relevante que abre la exposición de códices en el Museo de Antropología.

Siempre he sido partidario de que los objetos prehispánicos y posteriores a la conquista que se encuentran en el extranjero sean devueltos a su lugar de origen, ya sea que se trate de códices, piezas arqueológicas u otros materiales. Recordemos el caso del llamado Penacho de Moctezuma. Se pretendía que esta pieza fuera “prestada” a México por Austria para después devolvérsela, lo que hubiera causado un precedente negativo a nivel internacional pues era reconocer que el penacho pertenecía a aquel país, ya que conforme a nuestra legislación todos los objetos elaborados antes de la conquista española son propiedad del pueblo de México, sin importar el lugar donde se encuentren (Matos, 2012).

Lamento que en esta magnífica exposición de códices (en 1979 se exhibió otra en el mismo lugar) no se hubiera puesto mayor atención a varios códices relevantes por diferentes razones, para crear conciencia ante mexicanos y extranjeros de que estos documentos son parte de un legado que nos pertenece: el Colombino, para hacer ver a los visitantes que es el único ejemplar previo a la conquista que aún permanece en el país; el Tonalámatl de Aubin, que fue traído a México desde París y del que Francia reclamaba su devolución, lo que conforme a nuestras leyes no era posible, y los manuscritos mencionados, que fueron adquiridos para ser devueltos a México y evitar así que fueran vendidos en subasta pública. Quiero recordar un hecho de enorme relevancia: el Papa Juan Pablo II devolvió el Códice De la Cruz -Badiano a México, en un acto de buena voluntad. También se exhibe en la muestra.

 

Eduardo Matos Moctezuma. Maestro en ciencias antropológicas, especializado en arqueología. Fue director del Museo del Templo Mayor, INAH. Miembro de El Colegio Nacional. Profesor emérito del INAH.

 

Matos Moctezuma, Eduardo, “¿Cuántos códices prehispánicos hay en México?”, Arqueología Mexicana núm. 130, pp. 86-87.

 

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