Los pueblos mesoamericanos utilizaron de manera extensiva las piedras duras de color verde para crear joyas y divisas que servían de marcadores sociales de estatus, así como para elaborar instrumentos y símbolos religiosos que muchas veces eran enterrados en depósitos rituales. De acuerdo con las fuentes históricas del siglo XVI y con estudios modernos como los de Marc Thouvenot, Karl Taube y Virginia Fields, a estos objetos se les confería una pluralidad de valores casi siempre relacionados con las ideas de riqueza, preciosidad, perfección, autoridad gubernamental, sacralidad, centralidad, abundancia y eternidad. También eran vinculados con el agua y, en consecuencia, con la fertilidad de la vegetación y el maíz. En otras ocasiones, eran considerados como la manifestación material de ciertas entidades anímicas y como la esencia misma de la vida. En forma significativa, en Mesoamérica, del Preclásico al Posclásico, ninguna materia prima fue tan valiosa y estimada como lo eran las piedras verdes y los objetos que con ellas se producían, los que propiciaban la comunicación con las divinidades y de la cual dependía la continuidad y el equilibrio del cosmos.
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Tomado de Laura Filloy Nadal, “El jade en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana núm. 133, pp. 30 - 36.