El ADN antiguo un acercamiento a su análisis

Edith Araceli Fernández Figueroa et al.

El ácido desoxirribonucleico (AND, o DNA por sus siglas en inglés) es una molécula que se forma a partir de cuatro bases que se emparejan entre sí formando pares: adenina (a) con timina (t) y citosina (c) con guanina (g). Cuando las bases se unen a una molécula de azúcar y a una de fosfato se forma un nucleótido. Los nucleótidos están acomodados en dos hebras largas en forma de espiral, como una escalera, a la que se le llama doble hélice.

El ADN se encuentra dentro de las células y se encarga de transportar la información genética de una generación a otra, lo que permite a un organismo vivo desarrollarse y funcionar. Cuando el ADN de los organismos no pasa a la siguiente generación se extinguen; sin embargo, los restos pueden quedar como parte del registro arqueológico, paleontológico o incluso como ejemplares en museos y colecciones científicas por cientos de años. Al ADN de estos organismos se le denomina antiguo (ADNa) y su análisis permite entender las relaciones que existen a nivel genético con sus parientes contemporáneos y con los más cercanos a través del tiempo, así como comprender su evolución, diferencias en sus secuencias de ADN con otros organismos, e incluso inferir si han pasado por un proceso de domesticación.

Las primeras muestras de ADNa se obtuvieron de una cebra de la raza quagga (Equus quagga) y de una momia egipcia. Sin embargo, las cantidades de ADNa que se obtuvieron de estos especímenes fueron tan pocas que no fue posible realizar una réplica que ayudara a verificar que tan auténticas eran estas muestras. Actualmente, gracias a los avances tecnológicos se han incrementado la calidad y cantidad de muestras de ADNa de diferentes organismos.

La arqueogenética y la paleontología molecular son campos de estudio que relacionan hallazgos arqueológicos o paleontológicos (respectivamente) con el ADNa a través de la paleogenómica, que se encarga del análisis del material genético de restos biológicos del pasado. Desde finales del siglo pasado Svante Pääbo, un biólogo evolutivo, trabajó para descubrir el genoma de homínidos extintos para comprender la evolución humana, y obtuvo el Premio Nobel de Medicina en 2022, y fue uno de los primeros en darse cuenta de que trabajar con ADNa es más difícil de lo que se creía. El ADN de un organismo muerto comienza a fragmentarse, por lo que una de las  complicaciones para obtener ADNa es que está “roto” en pequeñísimos pedacitos, que lo hacen difícil de recuperar y analizar, además es muy fácil que pueda ser contaminado con el ADN de las personas que han tenido contacto con los restos o por la simple exposición y contacto con otros organismos. Debido al proceso de preservación y a la contaminación que puede sufrir, hay cuidados que se deben tener al trabajar y analizar el ADNa; los protocolos son aún más complejos que al utilizar ADN de una muestra fresca (como sangre, tejidos o células de organismos vivos o recién muertos).

Los avances tecnológicos en el estudio del ADNa han ayudado a entender los movimientos e interacciones de las poblaciones a través del tiempo y, además, cómo enfermedades humanas como la malaria, la lepra y la tuberculosis, o epidemias como el tifus, están presentes desde el inicio en la historia de la humanidad.

Edith Araceli Fernández Figueroa. Doctora en ciencias por la UNAM. Especializada en la búsqueda de patógenos de enfermedades infecciosas transmitidas por vectores y en cáncer de tubo digestivo. Titular del laboratorio de Micro-Epidemiología e Inmunología de enfermedades infecciosas ancestrales y cáncer en el Instituto Nacional de Medicina Genómica.

Deborah V. Espinosa Martínez. Maestra en ciencias del mar y limnología por la UNAM, se ha especializado en el análisis de la historia biogeográfica y evolutiva de las especies, con la finalidad de comprender de una manera integral su evolución.

César A. Ríos Muñoz. Doctor en Ciencias por la UNAM, se ha especializado en el análisis espacial y biogeográfico a diferentes escalas espaciales y temporales, con la finalidad de identificar los patrones y procesos involucrados en la distribución de las especies.

Joaquín Arroyo Cabrales. Profesor investigador y jefe del Laboratorio de Arqueozoología, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH, y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Su investigación se enfoca en los mamíferos del Cuaternario de México y su uso en la reconstrucción paleoambiental, además de abarcar distintos aspectos del quehacer arqueozoológico.

Tomado de Edith Araceli Fernández Figueroa et al., “El ADN antiguo un acercamiento a su análisis”, Arqueología Mexicana, núm. 190, pp. 34-39.