Las lágrimas de Cortés y el poder de los niños
La popular leyenda aseguró el éxito cuando el relato se dirigió a lectores que mirarían hacia un horizonte más lejano: los niños nacidos en los últimos años del siglo XIX, y que repetirían la fábula en las siguientes seis o siete décadas del siglo XX. Uno de los métodos para que esto ocurriera pudo ser el ensayado por la eficaz conjunción de literatura y artes gráficas en la didáctica de esos tiempos.
En 1900, Heriberto Frías puso en voz de la Malinche, esa lúcida traductora, el presagio de la historia: “Esta noche será terrible, será triste, ¡oh, muy triste! (…) Cuentan que Cortés oyó sombríamente las nuevas palabras de aquella inteligente Malinche…”.
La ilustración de la portada del fascículo La Noche triste en Tenochtitlan, de la mano de José Guadalupe Posada muestra a jinetes e infantes en retirada durante una tormenta [...] La leyenda del llanto de Cortés bajo el ahuehuete de Popotla era entonces una de las lecciones infaltables.
Los niños que crecieron con estas historias serían los ciudadanos y gobernantes del México revolucionario del siglo XX. Su huella se notaría en la importancia que le dieron a la historia como rama del saber indispensable en la educación básica ¿Quiénes pudieron ser esos niños lectores que posteriormente influirían en la educación del siglo XX? Diego Rivera tenía 14 años al doblar el siglo; Alfonso Reyes, 11; Martín Luis Guzmán, 13; Miguel Covarrubias y Jorge González Camarena nacieron en la primera década del siglo.
De esta forma se entiende mejor que en el primer Libro de Historia y Civismo, tercer año de primaria de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, publicado en 1962, se explicaba que Cortés y sus hombres:
…Iban saliendo a oscuras y con sigilo, cuando se les descubrió, y atacados con furia por todas partes, su derrota fue completa (…) Cortés tomó rumbo de Tacuba. En ese lugar pasó revista a sus tropas. Todavía existe un árbol, llamado Árbol de la Noche Triste, donde, según la tradición, Cortés no pudo contener su congoja ante la magnitud de la derrota que acababan de infringirle.
Diez años después, en 1972, en el Libro de Ciencias Sociales, este episodio se explicó con menor detalle: "Se dice que esa noche murieron muchos soldados, y que Cortés, desolado por la derrota, lloró bajo un ahuehuete de Tacuba al que todavía se conoce como Árbol de la noche triste”. Con la vaguedad derivada de la prudencia y con afán de no convertir en historia fáctica una fábula, en 1988 se explicaba a los niños que: “Cuando Cortés quiso regresar a Tenochtitlan sufrió, en Popotla, una gran derrota; este episodio es conocido como la Noche Triste".
El llanto de Hernán Cortés bajo el árbol es una tradición que al parecer no es muy antigua. Se nutrió con la historia de la guerra de conquista, la tradición popular y los múltiples relatos posteriores que de ella se han hecho. Imposible saber en qué momento nació e interesante analizar por qué otros episodios aún más dramáticos fueron marginándose de la memoria como las misteriosas apariciones de cuerpos desmembrados que los mexicas provocaban en los acuartelados.
Salvador Rueda Smithers. Historiador del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Director del Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec.
Rueda Smithers, Salvador, “El árbol de la derrota”, Arqueología Mexicana, núm. 163, pp. 72-83.