El espectáculo de las ruinas

Leonardo López Luján

A Patricia Ledesma

 

Por medio de las fuentes históricas estamos enterados de la profunda fascinación que las sociedades mesoamericanas del Posclásico Tardío (1325-1521 d.C.) experimentaron ante los vestigios culturales de tiempos idos. Varios documentos del Centro de México, por ejemplo, nos informan que los mexicas y sus vecinos visitaban con asiduidad Teotihuacan, Xochicalco y Tula, situadas a menos de tres jornadas a pie desde el complejo urbano de Tenochtitlan-Tlatelolco. Esas vetustas capitales del Clásico, el Epiclásico y el Posclásico Temprano habían sido destruidas con inusual violencia y despobladas casi por completo hacia los años 600, 900 y 1150, respectivamente. Con el transcurrir del tiempo y como resultado de una historia plagada de discontinuidades, su recuerdo se fue esfumando, al grado de que en los siglos XV y XVI poco o nada se sabía acerca de ellas.

De Teotihuacan ni siquiera se conocía su nombre verdadero, la lengua de sus habitantes o la advocación de sus templos. Era inútil apelar a la memoria, puesto que los mexicas y buena parte de sus contemporáneos se habían afincado en la Cuenca de México con posterioridad a su trágico ocaso. Para complicar las cosas, los xiuhámatl o anales de la región nunca registraron con entera certeza hechos que habían acontecido más allá de tres o cuatro siglos. Carente pues de noticias fidedignas sobre sus verdaderos constructores y maravillada ante la majestuosidad de sus enmontadas pirámides, la gente del Posclásico Tardío no pudo más que imaginar los sitios arqueológicos como pretéritas moradas de dioses, de gigantes o de pueblos legendarios como el tolteca, con todo y su gobernante asceta Quetzalcóatl. Allí, entre los escombros de lejanas glorias, les rendían culto a añosas imágenes divinas, sacrificándoles cautivos de guerra a cambio de ansiadas predicciones oraculares. Y, llevados por la curiosidad, penetraron una y otra vez en el subsuelo para extraer materiales constructivos y recuperar artefactos que normalmente formaban parte de depósitos rituales enterrados por siglos en el subsuelo.

Imagen: Templo Rojo Norte, Tenochtitlan. a) Evocación mexica de estilo neoteotihuacano (1486-1502 d.C.), recinto sagrado. Templo Mayor de Tenochtitlan. Foto: Leonardo López Luján, Cortesía del Proyecto Templo Mayor.

 

Leonardo López Luján. Doctor en arqueología por la Universidad de París Nanterre y director del Proyecto Templo Mayor del INAH. Miembro de El Colegio Nacional.

Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:

López Luján, Leonardo, “Periodo prehispánico. Centro de México (1440-1521)”, Arqueología Mexicana, Edición especial, núm. 99, pp. 10-29.