Linda Manzanilla
Teotihuacan no sólo fue el primero de los grandes centros urbanos de la Cuenca de México. También -como consecuencia de los requerimientos que imponían la administración y el mantenimiento de la ciudad más prestigiada y poderosa del Clásico- fue el lugar donde surgieron complejas formas de organización sociopolítica. De ello son muestra aspectos como su gran tamaño, la diversidad y grado de elaboración de sus manifestaciones culturales, la complejidad de su organización urbana, su evidente predominio sobre las regiones cercanas y la influencia que ejerció en confines remotos del área mesoamericana.
Teotihuacan fue el primer desarrollo urbano de gran magnitud en el centro de México. Cubrió una superficie aproximada de 20 kilómetros cuadrados, en la que concentró a más de la mitad de la población que tenía la Cuenca de México en su tiempo. Tuvo una aglomeración demográfica considerada entre las más grandes de los tiempos preindustriales: diversos cálculos le asignan entre 40 000 y 200 000 habitantes. Fue una ciudad multiétnica, sitio estratégico -por poseer recursos como la obsidiana- , centro de manufactura y de intercambio de bienes suntuarios, capital de un Estado singular, asentamiento planificado y modelo del cosmos, con un espacio terrestre organizado de acuerdo con los cuatro puntos cardinales, un inframundo y una esfera celeste (Manzanilla, 1997).
Planificación urbana
Desde la fase Tlamimilolpa (200-350 d.C.), se delinean los elementos de su planificación urbana (Millon,1981 ): existencia de calles y ejes perpendiculares y paralelos, organizados en una retícula ortogonal, muy planificada. que dividía a la ciudad en cuatro grandes sectores: un sistema de drenaje muy eficiente, además de depósitos de agua en diversos puntos de la ciudad: construcciones públicas y administrativas ubicadas a lo largo de la Calzada de los Muertos; una forma singular de vida doméstica en conjuntos habitacionales multifamiliares, donde las familias que moraban en ellos compartían residencia, oficio y parentesco, y barrios de artesanos y de extranjeros (Barrio Oaxaqueño , Barrio de los Comerciantes de la Costa del Golfo y, probablemente, un barrio de gente de Michoacán).
William Sanders, Jeffrey Parsons y Robert Santley ( 1979) proponen que en la Cuenca de México, además de Teotihuacan (que concentraba de 50 a 60% de la población regional), existían 10 centros provinciales, 17 aldeas grandes, 77 aldeas pequeñas y 149 villorrios. La población rural de la mitad norte de la Cuenca (particularmente el sector de Cuauhtitlan-Tenayuca) excedía a la del sur en una proporción de 4 a 1. Dado que la población de la región de Chalco-Xochimilco era menor y estaba más homogéneamente distribuida, Sanders, Parsons y Santley interpretan este fenómeno como resultado de la remoción de gente de los centros antiguos de poder y autoridad para reubicarlos en la gran ciudad.
Consideramos que el surgimiento de Teotihuacan tuvo que ver más bien con los fenómenos volcánicos que sacudieron el sur de la Cuenca de México durante el primer siglo de la era cristiana: no sólo el Xitle cubrió Cuicuilco con su lava, también el Popocatépetl emitió cenizas y pómez, y esto último afectó fuertemente los asentamientos de Puebla- Tiaxcala, sitios que ya tenían rasgos culturales que van a ser magnificados en Teotihuacan. Por lo tanto, a raíz del reordenamiento demográfico que esto ocasionó, una gran población procedente de varios puntos de la Cuenca de México, así como de Puebla-Tlaxcala, e concentró en el valle de Teotihuacan, quizá porque éste tenía materias primas estratégicas (como la obsidiana o las rocas volcánicas usadas en la construcción) y muchos manantiales, así como por ser la ruta de acceso más corta entre la Costa del Golfo y la Cuenca de México y por estar en el borde del sistema lacustre de Texcoco.
La construcción de monumentos tan espectaculares como las pirámides del Sol y de la Luna y el Templo de Quetzalcóatl está relacionada con la intención de crear un magnífico escenario de poder simbólico, un centro sagrado que fuera un modelo perfecto de ciudad civilizada.
La regularidad de su traza, la organización en barrios, las bellas artesanías que ahí se producían y su extraordinaria pintura mural representaban aspectos de esa Tollan que quizá pronto se convirtió en mítica.
Alfredo López Austin (1989) concibe a Teotihuacan como el primer sitio donde la organización del linaje se transformó en un Estado, en el que los antiguos jefes del linaje se separarían para formar un grupo autónomo de burócratas, articuladores y distribuidores de bienes, es decir, de nobles. El nacimiento del Estado derivaría de la presencia de grupos de distinto origen y del ejercicio del poder sobre un territorio.
Linda R. Manzanilla. Arqueóloga, maestra en ciencias antropológicas y doctora en egiptología. Investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional.
Manzanilla, Linda R., “El Estado teotihuacano”, Arqueología Mexicana 32, pp. 22-31.
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