El papel de los “presagios” en la conquista de México. La Relación de Michoacán

Manuel A. Hermann Lejarazu

Los años 1517 y 1518 marcan el inicio de las expediciones españolas en las costas de lo que ahora son Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz. El tiempo de la “caída de Tenochtitlan” y del mundo mesoamericano entero había comenzado. De acuerdo con el Códice Mendoza en el décimo sexto año del gobierno de Moctezuma los mexicas tuvieron noticias de la llegada de:

…ciertos españoles descubridores desta Nueva España sobre que la venyda y armada de los españoles para ganar y conquistar esta tierra avya de ser al cabo de doze meses y ansi los mexicanos tuvieron cuenta en ello y hallaron ser verdad por que al cabo de los doze meses fue la venyda y llegada al puerto de esta Nueva España a los dichos doze meses en la cual vino don Fernando Cortes marques del valle… (The Codex Mendoza, 1992, vol. III, f. 15r y 15v.).

Según se puede colegir de este curioso texto, la expedición de Juan de Grijalva de 1518 (o año 13 conejo) fue un tipo de presagio que señalaba la inminente llegada de una nueva oleada de españoles con el firme propósito de vencer y conquistar a los antiguos mexicanos. Este pasaje es interesante porque en la Historia general de Sahagún existe una compilación de los famosos “presagios” en la que se menciona que, diez años antes de la llegada de los conquistadores, comenzaron a aparecer diversas señales en el cielo que fueron interpretadas como funestas y de mal augurio, pues anunciaban el fin del reinado de Moctezuma. Si tomamos como verídico el pasaje del Códice Mendoza, entonces los mexicas ya esperaban con antelación que cualquiera de las expediciones que tocara tierra mesoamericana tarde o temprano llegaría a las puertas de su enorme ciudad. En efecto, el papel de los “presagios” no solamente tuvo un fuerte impacto en el ánimo y la conciencia de los habitantes tenochcas, tal como lo relatan los informantes de Sahagún y diversas fuentes coloniales, sino que ha tenido también una enorme repercusión en el ámbito interpretativo de los modernos historiadores, que aún mantienen intensos debates sobre la veracidad, simbología, significado, valor autóctono o importado de esos relatos que de un modo u otro condicionan la comprensión del fenómeno de la conquista de México. Autores contemporáneos como Graulich (2014), Elliot (2010), Pastrana Flores (2009) o Rozat Dupeyron (2002) han llevado a cabo muy interesantes análisis sobre la autenticidad de tales registros. Para Graulich (2014, p. 244), por ejemplo, algunos de los relatos encierran en su esencia la estructura y concepción mexica sobre el mundo y la historia; en cambio, para Rozat (2002, p. 137) los textos “indios” de la Conquista están inmersos en una simbología ajena al pasado indígena prehispánico, pues obedecen a un modelo cristiano y medieval.

Tomando en cuenta que nos aproximamos a la conmemoración de los 500 años de la conquista de México, queremos aprovechar este espacio para realizar una serie de estudios sobre las diversas fuentes, posturas e interpretaciones que versan sobre el carácter y significado de los “presagios”. Por lo que en las siguientes entregas de Arqueología Mexicana presentaré estudios sobre códices, crónicas y relaciones históricas de diversas regiones y grupos mesoamericanos que contengan relatos y descripciones de los denominados presagios con el objetivo de analizar desde diversas ópticas el significado de esos interesantes textos.

“De los agüeros que tuvo esta gente y sueños antes que viniesen los españoles a esta provincia” (Relación de Michoacán)

En la lámina XLII de la Relación se representan varias escenas vinculadas con los presagios que experimentaron los antiguos habitantes de Michoacán en vísperas de la conquista española. Aunque el texto que acompaña a la imagen es mucho más detallado que los elementos pictográficos, al menos se pueden reconocer cuatro de los seis agüeros que integran la descripción. El primero que se menciona en la Relación trata sobre las constantes grietas o resquebrajaduras de los cúes o templos que ocurrían sin causa aparente: “Dice esta gente que antes que viniesen los españoles a la tierra, cuatro años continuos se les hendían sus qúes, desde lo alto hasta bajo, y que lo tornaban a cerrar y luego se tornaba a hender y caían piedras, como estaban hechos de laja sus qúes, y no sabían la causa de esto más de que lo tenían por agüero” (Relación de Michoacán, 2000, p. 642).

El segundo presagio fue por la aparición de dos cometas: “Ansímismo dicen que vieron dos grandes cometas en el cielo y pensaban que sus dioses habían de conquistar o destruir algún pueblo, y que ellos habían de ir a destruille” (idem). El tercero estuvo vinculado a las enfermedades que asolaron la región antes de la Conquista:

Y antes que viniesen españoles, tuvieron todos ellos viruelas y sarampión, de que murió infinidad de gente y muchos señores, y cámaras de sangre de las viruelas y el sarampión” (idem). En el texto de la Relación se incluyen dos sueños de sacerdotes que por testimonio oral recogió fray Jerónimo de Alcalá, aunque los sueños personales también desempeñan un papel importante como presagios, éstos no son experimentados por la colectividad, lo que nos llevaría a una categoría distinta de los presagios que registró Sahagún en el Centro de México. Como quiera que sea, por lo pronto comentaremos que un sacerdote soñó que “venía una gente y que traían bestias que él no conocía y que entraban en las casas de los papas y que ahí dormían y que traían muchas gallinas que se ensuciaban en sus qúes” (idem). Por otra parte, el segundo sueño lo tuvieron varios sacerdotes, quienes lo interpretaron como una revelación de la caída de los dioses. Es más complejo y prolijo que los presagios anteriores, pero a grandes rasgos trata sobre la visión de una muchacha del pueblo de Ucareo que fue llevada por un águila al cerro de Xanoata Hucazio para presenciar una gran reunión de los dioses de la provincia, quienes discutieron sobre la inevitable llegada de los conquistadores y el irremediable fin que les esperaba: “todo ha de quedar desierto, porque ya vienen otros hombres a la tierra; que de todo en todo han de ir por todos los fines de la tierra, a la mano derecha y a la mano izquierda, y de todo en todo irán hasta la ribera del mar… (ibid., p. 645).

Una vez concluida la visión, la muchacha contó su experiencia a los sacerdotes de la diosa Cuerávaperi (madre de todos los dioses terrestres), quienes le comunicaron la triste noticia al cazonzi (rey) de Michoacán llamado Zuangua, pero a su vez éste les transmitió un sexto presagio venido de la tierra caliente sobre un caimán que se tragó a un pescador para llevarlo a su casa en la profundidad del agua, donde el caimán le dijo: “verás que yo soy dios, ve a la cibdad de Mechuacan y di al rey… Zuangua, que ya se ha dado sentencia… y que ya son engendrados los que han de morir en la tierra por todos los términos…” (ibid., p. 648).

Como podemos ver en la lámina XLII, es posible identificar al menos cuatro de los seis presagios señalados. Las hendiduras en los templos, el vuelo del cometa, la visión de la manceba de Ucareo con la reunión de los dioses que aparecen representados con penachos y quizá la aparición del caimán que se ubica en el extremo derecho de la página.

 

Manuel A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la UNAM. Investigador en el CIESAS-D.F. Se especializa en el análisis de códices y documentos de la Mixteca, así como en historia prehispánica y colonial de la región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

 

Hermann Lejarazu, Manuel A., El papel de los “presagios” en la conquista de México. La Relación de Michoacán, Arqueología Mexicana, núm. 154, pp. 84-85.

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