“Como lo hemos indicado antes, los objetos de turquesa y los de jade son tan abundantes en el Estado de Oaxaca, que sin duda existieron, antiguamente, minas de esas piedras preciosas que los indígenas explotaban. Gay dice que el clérigo Alonso Figueroa, chantre de la Catedral de Oaxaca, en el siglo XVI, descubrió turquesas y amatistas. En la tumba encontramos turquesas de diferente clase y color. La turquesa se usó para tres clases de objetos: mosaicos hechos con plaquitas de diferentes formas y dimensiones puestas sobre madera, conchas o bien sobre el cráneo que ya hemos descrito; incrustaciones hechas principalmente en los huesos de tigre o jaguar. Hemos encontrado algunas turquesas en forma de medias esferas que sin duda sirvieron de ojos, otras de formas especiales, como las que se ven en el hueso núm. 200, que tuvo cubierto el fondo con las plaquitas de turquesa, y en los huesos núms. 235-321 y 318, con incrustaciones de turquesa. Por último, se utilizó también la turquesa para hacer cuentas de collar, que encontramos en la tumba, en gran cantidad. Algunas plaquitas de turquesa son pequeñísimas y solo pudimos recogerlas colando la tierra al través de telas de alambre muy finas. Otras, en cambio, son bastante grandes, como las que recogimos junto al cráneo.
A pesar de que, como he dicho, nuestra primera preocupación, al explorar la tumba, fue procurar salvar los mosaicos o siquiera el dibujo de ellos, nada pudimos hacer, pues seguramente estuvieron colocados sobre matrices de madera o de cuero, por lo que desaparecieron completamente, y sólo se veían entre la tierra puntos azules de las plaquitas que en un tiempo los formaron; las filtraciones y los derrumbes de piedras y tierra del techo los destruyeron completamente. También Gallegos en la Tumba 1 de Zaachila encontró mosaicos de turquesa.
En cuanto a las cuentas, es muy importante que hayan aparecido en tan gran cantidad, pues eran casi desconocidas. Son en su mayor parte esféricas, pero hay otras cilíndricas y otras alargadas en forma de canutillo.También usaron cuentas de turquesa alternando con otras de plata para formar tejidos que sirvieron sin duda de petos. Uno de estos ejemplares, todavía ensartado en su hilo, es el número 287-bis. Estas y las otras cuentas de plata fueron las únicas que encontramos ensartadas en su hilo.
El peso total de las turquesas que encontramos en la tumba es de 1.131 gr. En el catálogo que está publicado en el Apéndice, de esta monografía [en la edición original, N.E.], aparecen los grupos de plaquitas de turquesa que recogimos. En estos hilos están también ensartadas cuentas de jade que encontramos con las de turquesa, y que según parece eran consideradas del mismo material o equivalente”.
Caso, Alfonso, “Piedras Preciosas, Turquesa”, Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 41, pp. 48-49.