El tlacaxólotl: ¿tapir o animal fantástico?

Manuel A. Hermann Lejarazu 

Sabemos que en los textos sahaguntinos dedicados a la descripción de los seres vivos del mundo natural, hubo también cabida a diversos animales de naturaleza extraña o fantástica. Sahagún calificó a este tipo de animales como monstruosos o de propiedades extrañas, de los cuales señala varios casos en el libro XI del Códice Florentino. Por ejemplo, a la serpiente acóatl o tlilcóatl la denomina “muy monstruosa en ferocidad y obras” (lib. XI, cap. 4, f. 73v); a la mazacóatl la refiere como “culebras con cuernos y de su monstruosa propiedad” (lib. XI, cap. 5, f. 83r); a la ahueyactli: “culebra monstruosa en grandor y en ponzoña” (lib. XI, cap. 5, f. 86r), entre otras más.

Aquí cabe preguntarse, ¿a qué se refiere Sahagún con la palabra monstruo? O ¿cuál es el concepto que Sahagún tiene sobre los monstruos? Haciendo una lectura cuidadosa de las características de estas serpientes mencionadas, nos damos cuenta de que por “monstruo”, Sahagún parece referirse a las serpientes que se distinguen por tener una naturaleza diferente de las demás, ya sea por su forma de cazar a las presas (incluyendo a los humanos), por su enorme tamaño, por el poder de su veneno o por ciertos atributos mágicos que se adquieren al comerla, como es el caso de la mazacóatl: “De la carne de ésta usan los que quieren tener potencia para tener cuenta con muchas mujeres” (lib. XI, cap. 5, f. 83r.). Por lo tanto, su significado de monstruo no es muy diferente al de nuestros días, pues Sahagún se refiere a todo aquello que está en contra del orden natural de las cosas, aquello que sale de lo normal, ya sea algo fantástico o que cause espanto; un ser excesivamente grande, o un ser de extraordinarias cualidades cuyas actividades sobresalen por encima de los demás (Diccionario de la lengua española, t. 7, p. 1038).

De alguna manera, los grandes bestiarios medievales se encargaban de recopilar las apariencias, cualidades y propiedades de muchos de los animales conocidos en el mundo europeo, asiático y africano. Si bien los monstruos y los animales fantásticos ocupan un lugar importante en los bestiarios, en realidad no son tantos, pues como apunta Barber, el objetivo del bestiario no es documentar el mundo natural sino mostrar al pecador su propia humanidad reflejada en el reino de la naturaleza, para aprender el camino de la redención a través de los ejemplos de diferentes creaturas.

Es posible que para la ilustración del tlacaxólotl en el Códice Florentino se hayan recurrido a los bestiarios o a otras historias naturales para tomar ciertos modelos. Una asombrosa similitud con la estampa sahaguntina se encuentra en la manticore o mantícora, bestia de la India que tiene una triple hilera de dientes, la cara de un hombre y ojos grises. Su cuerpo es como de león de color rojo sangre, en la punta de su cola tiene un aguijón como de un escorpión y se deleita en comer carne humana.

Tomado de Manuel A. Hermann Lejarazu, "El tlacaxólotl: ¿tapir o animal fantástico?", Arqueología Mexicana, edición especial, núm. 121, pp. 73-75.