Guy Stresser-Péan
Ceremonia de origen prehispánico con varios simbolismos que, gracias a su carácter ritual y espectacular, se ha practicado por cerca de diez siglos.
En 1938, luego de una serie de complicadas diligencias, logramos que los huastecos del estado de San Luis Potosí dieran nuevamente vida a la Danza del Volador, que habían dejado en el olvido. A continuación se describen las principales fases de esta danza. En primer lugar, se llevan a cabo ritos preparatorios, como continencia sexual, ayuno, danzas nocturnas preliminares y, finalmente, banquete con ofrendas dirigidas a los dioses, a los difuntos y a los principales objetos de la ceremonia.
Cierta mañana, después de haber tomado algunas prevenciones rituales, se procede a cortar el árbol que habrá de servir como mástil; dicha ceremonia se lleva a cabo con música. Posteriormente, el tronco es cargado o arrastrado hasta la plaza del pueblo. Se ata cerca de su punta superior una especie de collar, compuesto por cuerdas y trozos de madera, que es una pieza esencial, ya que brindará más tarde un punto fijo de apoyo. De ese collar prenden cinco cuerdas; cuatro de ellas servirán para el descenso o “vuelo” de los danzantes, mientras que la quinta, enrollada en varias vueltas en torno al mástil, habrá de servir como escalera.
El tronco es levantado con ayuda de horquetas y cuerdas hasta que su base cae en el hoyo previamente cavado para este fin, en cuyo fondo ha sido arrojado un pollito vivo. Se procede entonces a sujetar el mástil con cuñas y puntales. Ya sólo falta colocar el mecanismo que lo hace girar: la primera pieza es un cilindro hueco de madera, semejante a un mortero invertido, que cubre la punta del mástil; se ata a él un marco cuadrado compuesto por tablas, coronado por cuatro arcos adornados con follaje. Los danzantes trepan a dicho marco para sentarse en él. Visten sus trajes usuales, pero llevan un tocado de plumas rojas y portan “alas de águila” falsas, atadas a sus muñecas mediante cordeles. El capitán de la danza o k’ohal, ataviado con una túnica roja y azul, sube a su vez para sentarse en el bloque terminal. Mirando hacia el este, empieza invocando a las deidades propicias: extiende las alas en la dirección indicada y hace sonar un silbato que imita la aguda voz de las águilas. Luego se pone de pie en la punta del mástil. Gira sucesivamente hacia los cuatro puntos cardinales, presentando a manera de copa una jícara cubierta con un lienzo blanco, así como una botella de aguardiente; llenando su boca, vaporiza unos cuantos tragos de aguardiente, lanzándolos hacia el frente. Una vez efectuada esa ofrenda simbólica, se pone su tocado de plumas rojas y, agitando las alas, baila frente a cada uno de los cuatro puntos cardinales.
Traducción: Érika Gil Lozada y Haydée Silva
Stresser-Péan, Guy, “El Volador. Datos históricos y simbolismo de la danza”, Arqueología Mexicana núm. 75, pp. 20-27.
• Guy Stresser-Péan. Profesor de historia de las religiones en la Escuela de Altos Estudios de París (1955-1981). Fundador y director del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos en México. Se jubiló en México, donde radica, y continuó sus investigaciones y publicaciones científicas. Ha publicado, entre otros títulos, San Antonio Nogalar, Tamtok, Lienzos de Acaxochitlán, Códice de Xicotepec y Le Soleil. Dieu et le Christ.
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