Aunque los mexicas llamaban metztli itzacual, “encierro de la Luna”, a la Pirámide de la Luna, en realidad el edificio debió haber estado dedicado la diosa del agua y la fertilidad, como lo indican dos esculturas de esa deidad que se encontraron en la plaza.
De una de ellas se tiene noticia desde mediados del siglo XIX, cuando era visible en uno de los montículos en el lado oeste de la Plaza de la Luna; en 1888, Leopoldo Batres la trasladó al museo de la calle de Moneda y ahora se encuentra en el Museo Nacional de Antropología. La otra aún se encuentra en el sitio. La primera es una de las esculturas de mayores dimensiones de Teotihuacan –sólo superada por el gran monolito de Coatlinchan que se encuentra a la entrada del mismo museo–, y mide 3.19 m de altura y pesa unas 16 toneladas. La escultura representa a la diosa con un gran tocado, orejeras, huipil, falda con rica decoración y sandalias.
Tomado de Arqueología Mexicana, Especial 28, Teotihuacan, guía visual.