Josefina Mansilla Lory, María Elena Salas Cuesta
Las experiencias de vida –determinadas por la sensibilidad, la plasticidad y la capacidad de reacción del organismo– plasmadas en esqueletos, momias y fósiles permiten el conocimiento del ser humano a lo largo de su historia. Por medio del análisis del tejido óseo y dental se puede lograr una mirada a los modos, las condiciones y la calidad de vida de nuestros antepasados.
La vida humana está conformada por múltiples procesos y eventos cotidianos particulares. Estas historias forjan seres humanos únicos y a la vez permiten descubrir los rasgos compartidos que los identifican con un tiempo, un espacio y un universo específicos. Para conocer el devenir de grupos humanos, la fuente de estudio son principalmente los vestigios materiales, es decir, la evidencia del medio bioecoarqueológico en su conjunto.
Asimismo, los restos humanos de contextos arqueológicos conforman un acervo importante para conocer la vida del hombre antiguo y su devenir histórico (Sofaer, 2006). Con ayuda de disciplinas como la antropología (que incluye lingüística, antropología física, etnohistoria y arqueología), la paleontología, la geología, la paleocología, la paleopatología, la antropología forense, la historia y la anatomía –además de la participación de médicos, físicos, químicos, geólogos y biólogos, entre otros especialistas–, es posible ampliar el conocimiento del ser humano.
En cada esqueleto quedan las huellas de muchas de las experiencias individuales y del grupo al que pertenece. Estos restos representan una parte de la memoria de su acontecer en una sociedad durante un tiempo y un ecosistema determinados.
Los estudios
A lo largo del periodo de crecimiento y desarrollo y en la etapa adulta, la vida en sociedad ejerce su influencia en la dieta y la nutrición, las enfermedades, el modo y calidad de vida y la actividad física. Al mismo tiempo, los huesos y los dientes responden a diferentes eventos que dejan su registro en estos tejidos. De este modo, los datos bioecoarqueológicos reflejan la vida y el transcurrir del hombre de manera continua, incluso antes que otras fuentes de información como los documentos. Así, mediante esas huellas se puede percibir la microevolución, la adaptación, la susceptibilidad genética, la historia y las posibles causas de los cambios y transiciones prehistóricas e históricas que conllevan beneficios y costos en términos de salud y bienestar, es decir, en calidad de vida. Asimismo, se pueden analizar el significado de la variabilidad y las diferencias en el crecimiento y el desarrollo infantil, las nuevas enfermedades y su dispersión, los cambios significativos en la dieta y la nutrición, así como las alteraciones por la carga de trabajo, las actividades realizadas, la presencia de violencia, la migración, la afinidad étnica y el contacto entre grupos. Otros elementos que se pueden analizar son los diferentes comportamientos entre hombres, mujeres y niños, relacionados a su vez con el contexto funerario y el rango de poder en las relaciones sociales, políticas y económicas. De la misma forma, se puede conocer el tratamiento del cuerpo después del fallecimiento y su posterior alteración (Larsen, 2000).
Comparar muestras esqueléticas permite, a su vez, plantear hipótesis acerca de lo que estaba pasando en diferentes regiones, periodos y sociedades. También se pueden obtener analogías temporales de diferentes grupos, para examinar transiciones y contrastes entre periodos o contextos, como ocurre por ejemplo con los cambios climáticos y los desastres naturales. Asimismo, se puede conocer el estado de salud de grupos con modo de vida diferente, como los de entornos urbanos o rurales, los efectos de la colonización y el contacto entre grupos y las estrategias de subsistencia, entre otros aspectos. Por lo tanto, esta perspectiva muestra la evidencia de la existencia de un ser humano más allá de un simple esqueleto.
Los vestigios modernos se estudian de manera similar, para contestar las preguntas que se plantean los antropólogos forenses y lograr la identificación de personas y resolver investigaciones criminales.
Mansilla Lory, Josefina, María Elena Salas Cuesta, “Experiencias de vida en vestigios humanos. Parte 1”, Arqueología Mexicana núm. 88, pp. 22-29.
• Josefina Mansilla Lory. Doctora en antropología física por la UNAM. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH en donde coordina los proyectos “Estudio de las agresiones ambientales (estrés) en poblaciones desaparecidas de México” y “Las momias de México”. Especialista en estudios sobre poblaciones desaparecidas
• María Elena Salas Cuesta. Maestra en ciencias antropológicas, con especialidad en antropología física. Investigadora de la Dirección de Antropología Física del INAH, en donde coordina el proyecto “Rasgos no-métricos o discontinuos en cráneos prehispánicos y coloniales (parentesco)”.
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