Un complejo sistema de chinampas y canales prehispánicos, que constituyó parte del extremo suroeste de la ciudad de México-Tenochtitlan, fue explorado por cerca de un año por arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el subsuelo del extenso terreno que por más de 30 años ocupó la planta de la refresquera Cooperativa Pascual, en la céntrica colonia capitalina Tránsito.
Se trata de un espacio que en la época prehispánica se llamó Ateponazco, que en lengua náhuatl significa “Donde el agua hierve o suena” y perteneció al campan o gran barrio de Teopan; era un lugar fangoso rodeado de agua que fue transformado por los habitantes de la cuenca de México para, del cieno que yacía en el fondo del lago, construir estas parcelas donde cultivarían su alimento y asentarían sus viviendas.
Raúl Barrera Rodríguez, quien coordinó el salvamento arqueológico realizado de febrero a diciembre de 2015, informó que las evidencias materiales confirman lo que hace seis décadas refería el arqueólogo Alfonso Caso en su estudio Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco, acerca de que el límite suroeste de la gran urbe tenochca se hallaba hacia lo que hoy es la calzada Chabacano.
Los materiales e información recabados fueron equiparables, en términos de calidad y cantidad, a la extensión del predio que abarca 380 metros de largo por cerca de 120 metros de ancho. En ese espacio y a tres metros de profundidad, un equipo de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA) del INAH realizó 53 unidades de excavación, pozos, calas y nueve excavaciones extensivas.
Con base en el levantamiento gráfico de los contextos, el arqueólogo dijo que hasta el momento se ha podido definir una treintena de chinampas, cuya longitud varía entre los 26 y los 36 m, y de 2 a 8 m de ancho, y una altura máxima de 70 centímetros. La mayoría estuvieron destinadas al cultivo, aunque en una de ellas se descubrieron los restos de un muro que delimitaba un jacal.
“Debieron estar destinadas al cultivo de autosustento: de maíz, calabaza, chile, chayotes, chilacayotes, plantas de ornato, etcétera. Debido a que las aguas en esta parte de la cuenca de México son someras, se extrajo turba (formada de residuos vegetales) del fondo del lago para preparar el cimiento de la chinampa y sobre ella depositaban otros materiales vegetales de desecho. Las parcelas las cercaban con piedras y se plantaban estacas de ahuejote que también ayudaban a contener dichas piedras y el núcleo de las chinampas”.
Los canales hallados se han clasificado en tres categorías: los dispuestos de oriente a poniente que servían para la distribución del agua; otros más angostos con dirección sur-norte para efectos de irrigación, y unos más pequeños de alrededor de 10 cm, que eran usados a manera de surcos sobre las chinampas.
Raúl Barrera explicó que esta área estuvo delimitada por grandes canales y acequias navegables que en el transcurso de los siglos fueron entubados para dar paso a vialidades, como las calzadas de La Viga y San Antonio Abad, la cual es el límite norte del predio que fue excavado.
En diferentes puntos de las excavaciones, tanto en el núcleo de las chinampas como en los canales de irrigación, se localizaron 16 ofrendas compuestas por materiales cerámicos de tipo doméstico y figurillas del Posclásico Tardío (1200-1521 d.C.): platos de tono anaranjado de los tipos Azteca II, III y IV, principalmente, y figurillas que representan algunas deidades mexicas como Ehécatl-Quetzalcóatl (dios del viento), de Chicomecóatl (la diosa del maíz), de mujeres cargando niños, perros, guerreros águila, maquetas de templos, sellos, malacates y sonajas, entre otros.
“El tema de la ritualidad asociada a la actividad agrícola prehispánica es sumamente importante y debemos atenderlo con mayor acuciosidad. Lo que observamos a través de las ofrendas depositadas en las chinampas, es que el rito siempre precedía la preparación del campo de cultivo, la siembra y la cosecha.
“Las chinampas constituyeron un agroecosistema, pero también cumplieron una función de urbanización, en este caso sirvieron para extender la ciudad de México-Tenochtitlan, y ganarle terreno al lago”.
El responsable del Programa de Arqueología Urbana del Museo del Templo Mayor, hizo hincapié en el salto temporal que se observó en el predio explorado, dado que luego de los contextos prehispánicos se observó un vacío cultural en la estratigrafía —es decir, no se halló evidencia de actividad humana, salvo por escaso material cerámico colonial—, hasta el siglo XIX.
Para el arqueólogo lo anterior podría explicarse como una consecuencia de la “compresión territorial” que experimentó México-Tenochtitlan una vez consumada la Conquista, y del consecuente éxodo de la población indígena, la cual además fue diezmada, al pasar de 200 mil habitantes, a unos 50 mil, posiblemente.
“En el periodo Posclásico Tardío hubo un aprovechamiento considerable del sistema de chinampas, pero la llegada de los españoles supuso su interrupción, quizá siguió funcionando pero no más allá de cincuenta años. En el contexto que trabajamos notamos ese abandono del sistema chinampero, en lo que corresponde a la zona urbana de la antigua ciudad”.
Fue a mediados del siglo XIX cuando la ciudad de México volvió a expandirse y eso también quedó patente en los contextos del terreno de la colonia Transito, con el hallazgo de los restos de un muro de piedra de esa época y vestigios de una calzada que cruzaba de oriente a poniente, junto a la acequia de San Antonio Abad, además de vestigios de una casa de materiales perecederos del mismo periodo.
Como resultado de las excavaciones, los especialistas del INAH recuperaron materiales arqueológicos de lítica, cerámica, hueso (de varios animales, muchos de ellos residuos de un rastro), concha, vidrio, metal, madera, textil, cuero y plástico. De este universo se hallaron cerca de 600 objetos completos.
Destaca una pieza prehispánica que representa un pie humano y que fue elaborada usando el fémur de una persona; y cerámica decimonónica, representada por mayólica mexicana, porcelana europea, loza fina blanca nacional extranjera y gres europeo.
Del siglo XX se encontraron rieles del patio de maniobras de la estación del Ferrocarril San Rafael Atlixco, que llegó a ocupar parte del terreno de la colonia Tránsito, restos de los cuartos y pisos de una vecindad, y elementos asociados a la actividad de la refresquera Pascual que por más de treinta años ocupó ese espacio, como drenajes de ladrillo y una variedad de botellas.
Dirección de Medios de Comunicación, INAH