Desde principios de 1997 se ha estudiado al sacrificio humano en México, principalmente en el Altiplano Central, como un tipo de aprovechamiento, ritual o no, del cuerpo humano, con un enfoque interdisciplinario que busca relacionar la información del análisis osteológico (antropofísico) con el contexto de su hallazgo (arqueológico). Este enfoque resulta de mayor utilidad cuando esos elementos son susceptibles de un análisis etnohistórico que devele la lógica del discurso religioso en que fueron realizados. Así, las fuentes históricas y los materiales arqueológicos –como la pintura mural, la escultura, la cerámica policroma y los restos óseos humanos– permiten entender cómo las partes del cadáver, entre ellos la sangre, la piel y algunos órganos, fueron empleados en diversos contextos culturales.
De 1998 a la fecha se han realizado visitas a diversos Centros INAH de la República Mexicana, en busca de colecciones óseas que presenten huellas de aprovechamiento del cuerpo. encontramos más ejemplos de desechos de manufactura, herramientas y ornatos fabricados con hueso humano. Entre los hallazgos de esas investigaciones se encuentran herramientas: bruñidores para piel, alisadores y bruñidores para cerámica, plegaderas para el trabajo de la pluma, agujas para piel, tela y fibras, instrumentos para el telar de cintura, punzones para sacrificio y autosacrificio; ornatos: desde cuentas de collar o pendientes hasta cartuchos de escritura glífica; así como instrumentos musicales y huesos de cautivos utilizados como trofeos.
Tomado de Jorge Arturo Talavera González, “El aprovechamiento del cuerpo humano en el México prehispánico”, Arqueología Mexicana, núm. 91, pp. 72-75.