La pintura mural como evidencia de la observación minuciosa del cielo en Mesoamérica
Teotihuacan fue una de las ciudades más grandes de Mesoamérica, cuya influencia se dejó sentir por lo menos durante medio milenio. En esta urbe se alcanzó un notable refinamiento pictórico que aún es posible admirar. Se plasmaron deidades, flora, fauna, procesiones, ceremonias, juegos, etc.
En particular, debido al tema de su pintura mural, nos llamó la atención un grupo de conjuntos arquitectónicos localizados al poniente de la Calle de los Muertos. Aquí consideramos tres edificios que aún conservan, en el talud de su pórtico, diseños pintados de felinos con la particularidad de que los tres están orientados hacia el poniente.
Se trata del Pórtico 10 del Conjunto de los Jaguares, cercano al Palacio de Quetzalpapálotl, el Pórtico 2 del Patio Blanco de Atetelco y el Pórtico 13 de Tetitla. Los felinos, ya sean pumas o jaguares, han sido elementos iconográficos plasmados muy frecuentemente en el arte mesoamericano. El jaguar está asociado a la noche, la oscuridad, la tierra y está relacionado con el poniente, donde se observa el ocaso solar.
Además, el jaguar es el nombre del décimo cuarto día de la veintena calendárica. Según los Anales de Cuauhtitlan, la piel manchada del jaguar se comparaba con el cielo nocturno: su piel tiene tantas manchas como el cielo, estrellas.
Imagen: Felino en el Pórtico 13 de Tetitla. Teotihuacan, Estado de México. Fotos: Jesús Galindo.
Jesús Galindo Trejo. Licenciado en física y matemáticas por el IPN. Doctor en astrofísica por la Universidad del Ruhr Bochum, Alemania. Investigador en el Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Miembro del SNI. Participa en el proyecto “La pintura mural prehispánica en México” desde 1990.
Esta publicación puede ser citada completa o en partes, siempre y cuando se consigne la fuente de la forma siguiente:
Galindo Trejo, Jesús, “La pintura mural como evidencia de la observación minuciosa del cielo en Mesoamérica”, Arqueología Mexicana, núm. 177, pp. 66-71.