Amalia Attolini Lecón
Huitzilopochco (el actual Churubusco) es un punto clave en el que convergen rutas, ritos, mitos, gente, productos, comerciantes; asimismo, es un lugar de nacimiento de manantiales. Huitzilopochco, al lograr la conexión entre las dos orillas en la parte más estrecha del lago, cierra un circuito donde la circulación de hombres, recursos y riquezas permite el control desde el centro de México-Tenochtitlan como nunca antes.
El altiplano se había configurado desde tiempos de Teotihuacan y Tula como un centro hegemónico. México-Tenochtitlan heredó su posición y reproducía esa supremacía en el momento del contacto indoeuropeo. Las conquistas de la Triple Alianza consolidaban el dominio del altiplano sobre las sierras y las tierras bajas, es decir, las vertientes que daban frente a uno y otro mar. El frío y seco altiplano y las vertientes cálidas y húmedas constituían una excelente simbiosis ecológica y funcional. Las pendientes, llanuras y costas abastecían con sus productos a la gran ciudad del altiplano, y ésta respondía con el ejercicio de su poder y su ascendiente cultural e ideológico. Este intercambio de productos se encontraba particularmente desarrollado en la Cuenca de México, debido tal vez a que era el destino final de todos los caminos, condición que permitió el crecimiento de la economía y el poderío mexica.
En este contexto, lo que hace especial a Huitzilopochco es su estratégica posición en el intercambio mercantil a larga distancia y dentro de la Cuenca de México. Del mismo modo predomina como espacio sagrado, en tanto se le consideraba “en la casa de, el lugar de Huitzilopochtli”, deidad mexica por excelencia.
Huitzilopochco tuvo dos vocaciones en materia económica y política en tanto punto de amarre que articulaba dos tipos de comercio: el local, por medio del lago y caminos terrestres que conectaban con los pueblos vecinos, y el intercambio a larga distancia, a cargo de los pochteca, los comerciantes profesionales mexicas. Esta actividad vinculaba el altiplano con la zona maya y otras regiones hacia el sur.
Huitzilopochco y su significación para México-Tenochtitlan
A la formación de la Triple Alianza, Huitzilopochco, hoy Churubusco, constituía uno de los nueve señoríos o altépetl culhuaques dependientes directos de Tenochtitlan, junto con Colhuacan, Itztapalapan y Mexicaltzingo, a los que se sumaban Xochimilco, Cuitláhuac y Mizquic en la zona chinampera, más Tenayocan y Ecatepec al norte. Los cuatro reinos de Huitzilopochco, Colhuacan, Iztapalapan y Mexicaltzingo estaban gobernados por los nauhtecutli, los cuatro señores de linaje tenochca, y por ello gozaban de grandes privilegios sobre todo el altépetl de Huitzilopochco.
Asentado en un lugar privilegiado en la parte más estrecha que dividía a los lagos, Huitzilopochco se tornaba un paso obligado para el movimiento de productos en el trajín local y regional. Algunas fuentes mencionan que poseía uno de los tianguis más grandes del área. Los productores y los comerciantes locales introducían diariamente a las plazas y mercados de la ciudad gran variedad de insumos desde las comunidades de las márgenes de los lagos y de poblaciones contiguas y un poco más lejanas. Una vez que llegaban los artículos de las regiones vecinas hasta alguno de los embarcaderos, se transportaban en canoas hasta los grandes tianguis de Tenochtitlan y Tlaltelolco, y lo mismo sucedía en sentido inverso. Gran parte del viaje se hacía de noche para evitar el calor, ya que la jornada duraba, para darnos una idea, de seis a ocho horas desde Xochimilco. Además del transporte acuático, existían calzadas que comunicaban a la ciudad con tierra firme, principalmente las del Tepeyac, Tacuba e Ixtapalapa. Huitzilopochco era exactamente el sitio donde los indígenas construyeron un dique-calzada cuyo doble propósito fue controlar las aguas y comunicar las dos orillas del lago, y de esta manera estar en contacto con las poblaciones del oriente de la cuenca, principalmente con los señoríos culhua.
Huitzilopochco, el lugar de Huitzilopochtli
Huitzilopochco significaba nada menos que “el lugar” o “la casa” de Huitzilopochtli o “colibrí de la izquierda”, “colibrí del sur”, el dios patrono más reverenciado por los mexicas. El altépetl de Huitzilopochco había alcanzado un lugar preponderante en tanto representante de la Triple Alianza y por tener como principal y señor a uno de los cuatro nauhtecutli del linaje tenochca. Su calidad de pueblo de mercaderes y parte de este exclusivo gremio le valió fama en el momento de mayor expansión del imperio mexica. Pero no sólo eso, su gloria se completaba por ser considerado un espacio sagrado que alojaba el Templo de Huitzilopochtli. Por ello era parte de la fiesta de panquetzaliztli, dedicada a esa divinidad.
La fiesta de panquetzaliztli
Panquetzaliztli significa en náhuatl “levantamiento de banderas” y designa al decimoquinto mes del calendario náhuatl de 365 días, durante el cual se realizaban los festejos para honrar al dios patrono de los mexicas: Huitzilopochtli, conmemorando su nacimiento, el día del solsticio de invierno y el mito de su proeza bélica al derrotar a su hermana Coyolxauhqui y sus hermanos los centzonhuitznáhua, “cuatrocientos surianos”. La fiesta principiaba en el Templo Mayor, considerado para este efecto como el cerro de Coatépec, en una reactualización del acontecer primigenio del triunfo de Huitzilopochtli sobre todos sus enemigos en Coatépec, la “montaña de la serpiente”. De esta forma, en cada ocasión el nacimiento de Huitzilopochtli se volvía a consumar en la fiesta de panquetzaliztli.
Al iniciarse la fiesta muy de mañana, un sacerdote con la imagen de Páynal, representante de Huitzilopochtli, bajaba desde lo alto del Templo Mayor. Páynal quiere decir: “el que es llevado corriendo de prisa”, pues personifica a Huitzilopochtli que veloz perseguirá a sus adversarios. Su efigie, elaborada con masa hecha de semillas de amaranto, va a ser llevada a toda prisa hacia los cuatro rumbos cardinales en la región de los lagos. El primer acto que efectuaba el sacerdote con la imagen de Páynal al bajar las escaleras, era llevarla al teotlachco, la cancha del juego de pelota. Allí le sacrificaban cuatro víctimas, cuyos corazones le eran ofrecidos. Consumado el ritual, Páynal marchaba a Tlaltelolco y a Nonoalco, luego se dirigía a Tlaxotla, y de ahí corría hacia el poniente, a Popotla, donde se sacrificaban algunos cautivos. Después se enfilaba hacia Chapultepec, pasaba por Tacubaya y se dirigía al sur, a Coyoacán, para llegar al fin a Huitzilopochco y desde allí regresar a Tenochtitlan tomando la calzada de Iztapalapa. “Cuando volvían a Tenochtitlan salían todas las dignidades de los templos, con sonido de tambores y bocinas y con danzas y bailes, a recibir a su dios de masa, el cual llevaban al templo. Después, los sacerdotes mostraban el ídolo a todos los que iban a ser sacrificados” (fray Diego Durán, 1967).
Sahagún (2005, t. I, libro II, pp. 209-213) indica:
…estas fiestas las hacían sólo los mercaderes que compraban los esclavos… Nueve días antes que [los] matasen, bañaban a los que iban a ser sacrificados en la fuente Huitzilatl, que esta cabe en el pueblo de Huitzilopochco. Por esta agua iban los viejos de los barrios. Traíanla en cántaros nuevos y tapados con hojas de cedro, que llaman ahuehuetl… en llegando a donde estaban los esclavos, que estaban delante del cu de Huitzilopochtli, a cada uno echaban un cántaro de agua sobre la cabeza, sobre los vestidos que traían, así hombres como mujeres… daban a quienes iban a morir una bebida llamada tzoalli para reconfortarlos.
La relación que guarda Huitzilopochco con la fiesta dedicada a su numen patrón refrenda el carácter ritual del sitio, sobresaliendo de los demás altépetl de la cuenca.
Más allá del aspecto religioso, el asentamiento de Huitzilopochco incide de otra manera, por su disposición geográfica. Durante el periodo de Ahuítzotl, cuando el poderío mexica iba en franco ascenso y consecuentemente el crecimiento demográfico se acentuaba, el agua dulce que se obtenía de Chapultepec no era suficiente para satisfacer la demanda de la ciudad. Se decide entonces emprender la construcción de otro acueducto desde el manantial de Acuecuexco (es decir, “en el agua inquieta o bullidora”). Ese venero, según Torquemada, tenía por origen un río subterráneo precisamente en Huitzilopochco, convirtiendo a este lugar una vez más en un sitio clave. Tiempo después de terminada la obra, a falta de esclusas que impidieran la incontrolable venida de agua, la ciudad se inundó, provocando la muerte del mismo Ahuítzotl según narran las crónicas.
Amalia Attolini Lecón. Arqueóloga por la enah. Maestra en ciencias antropológicas y pasante del doctorado en antropología, ambos en la unam. Investigadora de la Dirección de Etnohistoria, inah.
Attolini Lecón, Amalia, “Huitzilopochco. Punto neurálgico del intercambio mexica”, Arqueología Mexicana núm. 129, pp. 55-60.
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